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BMW 420d xDrive Gran Coupé. Deportivo, pero de otra forma

Atrás quedó aquel tiempo en el que los segmentos de mercado eran una especie de compartimentos estancos con límites perfectamente definidos: un monovolumen servía sólo para transportar a la prole pero no para disfrutar al volante, los vehículos todoterreno se movían bien por campo pero eran torpes e incómodos sobre asfalto, un familiar tipo ranchera no podía ser deportivo y un deportivo tenía que ser coupé. Ahora, todo está mezclado, y hasta un monovolumen o un SUV pueden ser ágiles y muy rápidos. Eso se extiende también al diseño de las carrocerías, donde no hay tantos tabúes como hace décadas, lo que ha servido para multiplicar las posibilidades de elección hasta niveles insospechados hace sólo unos años. Tenemos un ejemplo perfecto en la gama de BMW, y especialmente en los productos de «talla» Serie 3, pues a las carrocerías sedán, familiar Touring y Gran Turismo hay que sumar dos alternativas todocamino -el X3 y el X4, éste de enfoque más dinámico-, así como la nueva Serie 4, creada para responder a la familia A5 de Audi -parece que una denominación específica asegura ventas extra- y que consta de tres variantes: Coupé, Cabrio y Gran Coupé, última en llegar y que recurre a un tipo de carrocería no muy vista todavía. Porque el BMW Serie 4 Gran Coupé es un coupé, pero con dos puertas a cada lado en vez de una, solución que la firma bávara ya había usado en el Serie 6 Gran Coupé. Sin embargo, en la Serie 4 va más allá, pues la zaga se remata con un portón de gran tamaño que lleva el número total de puertas a cinco para optimizar la funcionalidad. O sea, como un A5 Sportback, al que planta cara con descaro.

Deriva de un BMW Serie 3

El BMW Serie 4 Gran Coupé comparte longitud -4,65 metros-, anchura -1,83- y distancia entre ejes -2,81- con el Coupé, pero en la vista lateral se aprecian claras diferencias, y no sólo por duplicar la cantidad de puertas. Porque la línea del techo se prolonga unos 11 centímetros más hacia atrás y la altura aumenta 12 milímetros, cambios cuya finalidad es mejorar e espacio en las tres plazas posteriores. Si ahí van a viajar niños o adultos no muy altos -hasta 1,70 más o menos- no habrá problema, pero con ocupantes de más estatura empezarán las quejas. Además, y eso lo decimos también al hablar de Serie 1 o Serie 3, los pasos de rueda invaden tanto los bordes del respaldo trasero que tres personas no se acomodan bien, de forma que a este Serie 4 Gran Coupé le vemos mejor como un cómodo «cuatro plazas», con una quinta para usos esporádicos. Y lo voluminoso del túnel central reafirma esa opinión.

Un buen maletero y más funcionalidad

No sólo hay un poco más de amplitud detrás que en el Coupé o un acceso más cómodo, sino que este Gran Coupé se convierte en un Coupé «para familias» gracias a un maletero 35 litros mayor -homologa 480, que está francamente bien- y con portón. Y si abatimos el respaldo trasero, con división 60:40 de serie, alcanzaremos los 1.300 litros. Nuestra unidad de prueba, además, equipaba el respaldo abatible opcional 40:20:40, que da alguna oportunidad extra en cuestión de funcionalidad por los 237 euros que cuesta. Es una más de las innumerables -y normalmente caras- opciones de este BMW, que podremos personalizar a voluntad con todo tipo de llantas, tapicerías, remates interiores… Y, por supuesto, con lo último en tecnología en materia de seguridad, confort e infoentretenimiento. Pero si el coche alemán ya es caro tal y como viene de serie -con ciertas lagunas en la dotacion-, a poco que seamos caprichosos la factura «dará miedo» (esta unidad en concreto pasa de los «básicos» 47.501 euros a los 58.703 euros con todo el equipamiento adicional que inclía).

A cambio, eso sí, poseeremos un coupé práctico y «premium» de verdad, pues la Serie 4 tiene calidad -pensamos que aún podría tener mejores materiales en ciertos lugares- y presume de un tacto general exquisito: cierre de puertas amortiguado, confort sonoro, mandos suaves, instrumentación y ordenador precisos… Dentro prima la ergonomía, y sólo se nos ocurre una crítica: la rueda del mando central multifunción es tan alta que oculta el botón «Nav».

Ahora estrenan las versiones de 190 CV

Una vez en marcha, ese agrado visual y táctil percibido a coche parado continúa y se acrecienta, porque el 420d Gran Coupé pisa muy bien. La dirección, por ejemplo, es fantástica por rapidez -2,6 vueltas entre topes-, suavidad y precisión, y los frenos son dosificables y actúan con la potencia esperada: de 120 km/h a 0 le hemos medido 53,3 metros, que no es un valor de récord pero convence. En este sentido, le ayudaban un poco los neumáticos opcionales de nuestra unidad, con medida 225/45 R18 delante y 255/45 R18 detrás, en lugar de los 225/50 R17 que trae esta versión. Pero ahora que no nos oye nadie: los de serie son perfectos, no hace falta más. Sobre todo porque el 420d probado lucía un logotipo «xDrive» que la marca reserva a sus coches con tracción total, y eso significa que las cuatro ruedas se reparten el trabajo y no hace falta tanta goma. De hecho, con nieve son mejores las ruedas estrechas porque cada centímetro de la banda de rodadura en contacto con el suelo apoya más.  

El 420d xDrive entusiasma en autovía porque avanza como una flecha -si alguien piensa que los 184 CV son «poca cosa» quizás los 229 km/h de velocidad punta le hagan cambiar de idea-, y si la carretera se retuerce, el comportamiento general es intachable, con poco balanceo en apoyos, ausencia de respuestas imprevistas incluso si forzamos el ritmo y una tracción estupenda. Este diésel de dos litros rinde 38,8 mkg de par desde sólo 1.750 vueltas, que es mucho… Pero muy poco para un Serie 4 que en su gama ofrece mecánicas diésel de hasta 313 CV y tiene un chasis concebido para dar respuesta a las máximas exigencias.

Prestaciones y consumos magníficos

En cuanto al motor propiamente dicho, se trata de un «viejo» conocido (desde hace unos días, BMW ofrece ya los 420d Gran Coupé con la versión de 190 CV y no con ésta de 184 CV), y no porque sea especialmente veterano, sino porque lo hemos probado ya en innumerables ocasiones y siempre con buenos resultados. Llama la atención lo que suena en frío desde fuera, o ese cierto retemblor que genera cada vez que la función «Auto Stop Start» lo arranca automáticamente, pero una vez en marcha suena poco y es suave. Esta versión, conductor incluido, se aproxima a los 1.700 kilos, pero los 184 CV dan mucho de sí ayudados por el cambio automático de ocho marchas, que ofrece las levas con sobreprecio. Ahí están para demostrarlo los 7,5 segundos que le hemos medido para alcanzar 100 km/h -misma cifra homologada por BMW-, o los 5,7 que tarda en pasar de 80 a 120 km/h, sinónimo de agilidad y seguridad en adelantamientos. Si alguien quiere un diésel aún más potente tiene mucho para elegir en la propia gama, pero un 420d xDrive ya va realmente bien y nosotros dedicaríamos más dinero a equipamiento que a «caballos». Y encima gasta poco, porque los 6,3 l/100 km de media real nos parece un resultado meritorio -seleccionando el programa de conducción Eco Pro tiene una función «planeo» que deja el motor al ralentí para consumir menos- si consideramos peso, tamaño, prestaciones y tracción. En fin, un coche de alma deportiva, pero funcional y ahorrador.