Hace sólo un año hablar de que un litro de gasolina pudiera costar 2 euros era más que suficiente para que te tomaran por loco. Pues bien, a día de hoy hablamos ya de un escenario en el que cada litro de gasolina cueste a 3 euros.
El gasóleo tiene a la baja en consumo
En cambio, el gasóleo no sólo se ha estancado, sino que tiende a la baja, lo que supone que los grandes empresas del sector y las refinerías no dan abasto a la hora de producir gasolina, mientras ven que el gasóleo se acumula en sus depósitos de forma alarmante.
El proceso de refinado de gasóleo es mucho más rentable, porque estaba optimizado para unos niveles muy elevados de producción y consumo en volumen. Esto ha provocado una sobreoferta de diésel. Mientras que con la gasolina está ocurriendo justo lo contrario.
La oferta de gasolina es más ajustada, y encima en el hemisferio sur se ha disparado la demanda de combutibles por la llegada del invierno a aquellas latitudes, mayoritariamente gasolina.
El problema es que se ha originado una tormenta perfecta que no tiene fácil solución. La primera consecuencia es que pese a que el precio del gasóleo no para de bajar. Siempre tomando como referencia el barril de Brent, el combustible no para de subir. De hecho a día de hoy ya doble el precio que tenía en 2008.
