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Probamos el carro de combate Leopardo 2E. Terminator 2

En los últimos diez años he probado más de 20 vehículos que podríamos llamar 'raros'. Artefactos insólitos, muchas veces extraños, que vemos con frecuencia pero con una tecnología desconocida para el gran público y que hemos intentado explicar desde aquí. Y siempre con una característica común: su espectacularidad. Artilugios entre los que podemos destacar el tren AVE, un tractor Lamborghini cuyo interior para sí quisieran muchos deportivos, una curiosa máquina de asfaltar carreteras, una 'ratrack' de pisar y modelar pistas de esquí o el camión de bomberos más moderno del Aeropuerto de Barajas. Pero en esta continua búsqueda de vehículos diferentes para probar, quizás sea el que hoy traemos al que teníamos más ganas de echar el guante por razones de peso. En concreto, 65 toneladas, que es lo que pesa el Leopardo 2E, uno de los tres carros de combate más modernos y eficaces del mundo, y el que utiliza nuestro Ejército de Tierra desde diciembre de 2003.

Tengo que reconocer que, cada uno a su modo, todos los vehículos probados contaban con alguna característica que los hacía especiales, y que han dejado huella. Pero todo en este tanque es tan colosal que la experiencia a sus mandos sitúa al Leopardo 2E, de entre los ingenios probados, en los primeros lugares de una virtual clasificación personal por nivel de emociones logradas. Y la razón es sencilla: hablamos de un vehículo brutal, con un peso en combate de 65 toneladas -60 unidades del Renault Clio-, un motor V12 turbodiesel de 47,6 litros de cilindrada -como la que suman los motores de 55 Fiat 500 Turbo TwinAir- y 1.500 CV de potencia, con 14 ruedas, un consumo medio en uso todoterreno de 500 litros cada 100 kilómetros -17 l/100 km el Mercedes G65 AMG-, un cañón de 120 mm por el que sale el proyectil a 1.700 metros por segundo -6.300 km/h- con un alcance máximo eficaz de cuatro kilómetros, y un precio que ronda los 11 millones de euros.

Con patente alemana y fabricado en Sevilla

Madre mía, ¡qué bicho! Sería un buen vehículo de 'guerrilla urbana', pues no se le iba a resistir un solo atasco. Lógicamente nunca habíamos probado nada con ruedas que tuviese datos tan asombrosos, pero la Brigada de Infantería Acorazada 'Guadarrama XII', que tiene 88 unidades, no puso ni una sola pega cuando les planteamos el test. Todo lo contrario. Y aunque me habría ido hasta el otro lado del mundo para probar a fondo el Leopardo 2E, he tardado solo diez minutos desde la puerta de casa hasta poder tocar con mis manos el carro de combate más avanzado de la tierra en la Base Militar de El Goloso, en Madrid. Una increíble obra de ingeniería con patente alemana, pero fabricado con muchas mejoras en Sevilla por General Dynamics, que en 2001 compró la famosa Santa Bárbara.

Familiarizarse con el Leopardo 2E no es fácil. Acceder hasta el puesto de conducción en la parte más avanzada y baja del carro requiere ausencia de claustrofobia y bastante flexibilidad, pues hay que deslizarse totalmente tumbado por una especie de pasadizo repleto de obstáculos. Una vez al volante, el panorama que encontramos es preocupante. A nuestra izquierda, no menos de 50 mandos e interruptores, cuatro relojes y dos pantallas; a la derecha, 11 mandos y más pantallas; y de frente, más relojes… y un temor creciente a tocar algo que no deba y que este 'monstruo' de acero despierte. El cabo 1º Cifuentes, encargado de conducir este carro y el conductor más antiguo de la Brigada, me ha intentado resumir en diez minutos el curso teórico de tres o cuatro semanas, y el práctico de 14 días, que tiene que superar todo aquel que quiera conducir un carro de combate.

Y creo que he podido procesar casi todo, por la cuenta que me trae, porque cuando me deslizo hasta 'la cueva' y me pongo al volante estoy más solo que la una. Porque no hay sitio para nadie más. El reparto del espacio y la ubicación de cada elemento dentro de este laberinto de recovecos, piezas, salientes, pantallas y planchas de metal se ha tenido que hacer como si fuera una especie de 'tetris' gigante. Pero está magníficamente resuelto y sorprende el aprovechamiento del espacio; que, ojo, no se corresponde para nada con la talla exterior. Menos mal que me pongo un casco blando con micrófono y emisora conectado a los otros tres tripulantes y, sobre todo, a mi 'guardaespaldas', el sargento jefe de carro Oliver Martin de la Aldea, que me ayuda a distancia con las dudas.

Supera obstáculos de 1,10 metros de altura

Una vez a los mandos, con un asiento que se regula en altura y un reposacabezas que surge de la nada, sorprende la amplitud y la gran visibilidad que proporciona el sistema de espejos si, por lo que pueda pasar, has decidido no ir con la cabeza asomada. También llama la atención la tecnología que esconde una mole de acero que se mueve a su antojo, y siempre por debajo de sus posibilidades, entre socavones, charcos, maleza, trialeras y pendientes. Escenario y situaciones límite que pondrían contra las cuerdas al todoterreno más eficaz. En este entorno disfruto como un poseso porque sé positivamente que para pasar con el mejor todoterreno por los cinco kilómetros que he atravesado en diez minutos con el Leopardo, casi sin enterarme, habríamos tenido que echar la mañana, llamar al final a un tractor para que nos sacase y, con todo, el coche no habría vuelto entero a casa. Y es que este tanque puede superar sin despeinarse obstáculos verticales de 1,10 metros de altura, atravesar, como quien pisa un chicle, zanjas de hasta 2,90 metros de ancho y subir pendientes del 60 por ciento.

Conducir un tanque por placer, sin calor 'carece de aire acondicionado', enemigos acechando o la presión de ir en grupo midiendo las distancias o disparando, es un disfrute que engancha, pero entraña una gran responsabilidad y en zona de guerra el trabajo del cuarteto que forma la tripulación es tan importante, o más, que el del carro. También nos ha llamado la atención lo bien diseñado que está el Leopardo para facilitar su mantenimiento, ya que por ejemplo el conjunto motor-cambio, cuyo peso es de cinco toneladas, es modular y se puede sustituir en menos de media hora soltando cuatro tornillos y con la ayuda de una grúa.

Y sorprendentes los frenos, con un tacto brusco al que hay que acostumbrarse, pero con una eficacia asombrosa si tenemos en cuenta los 65.000 kilos que pesa esta joya. A 70 km/h sobre asfalto el Leopardo se detiene en menos de 35 metros gracias a un freno hidroneumático con retardador, sumado al agarre del sistema de oruga. Y hasta 15-20 km/h cuenta con un freno de pie mecánico de doble disco. ¡Y también tiene freno de mano!

Dirección, un funcionamiento sorprendente

Otro funcionamiento curioso es el de la dirección, pues el carro gira bloqueando la oruga del lado al que se quiere torcer. Por eso los giros requieren destreza con volante y acelerador. Una habilidad que muchas veces evitará que se salga la cadena, contratiempo bastante habitual. Cuando esto ocurre, la tripulación está entrenada para ponerla en su sitio, una operación relativamente fácil a nivel técnico -se quitan los eslabones soltando tres tornillos- pero que requiere tiempo, esfuerzo y paciencia. La parte superior del tanque recibe el nombre de 'torre', y la inferior se llama 'barcaza'. Y lo más sorprendente de este conjunto, y una de las mejoras más importantes de la evolución de este carro realizada en España, ha sido sustituir toda la hidráulica de la torre, es decir del cañón, por un sistema de estabilización electromecánico que permite apuntar y disparar en movimiento manteniendo constante la precisión al objetivo independientemente de la orografía del terreno.

Y dos apuntes más que nos han llamado la atención. Por una parte, el sistema estanco del motor, que se acciona desde el puesto de conducción y permite al Leopardo 2E vadear un río profundo 'respirando' por la escotilla del jefe de carro. Y por otro, que el sistema de seguridad de la centralita detiene el motor si detecta bajo nivel de aceite o algún otro problema grave, como en cualquier coche. Sin embargo, en una situación bélica y en terreno enemigo el plan B pasa por que el jefe de carro pueda puentear la centralita y continuar hasta que, si no hay más remedio, el motor reviente. Y en una situación límite, la tripulación entera podría abandonar el carro por una escotilla de emergencia situada en el piso.

Cuando salgo de 'la cueva', por cierto con la misma torpeza que había entrado, me bajo del carro, me alejo un poco para tener la visión completa de la bestia y pienso por un momento lo que debe ser entrar en combate dentro de este 'hierro' de última generación. Y aumenta aún más mi admiración por estos chicos y chicas -esta Brigada cuenta con una conductora y dos tiradoras- que están dispuestos a jugarse la vida por defendernos en caso de un conflicto, que esperemos tarde en llegar.

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Carlos Sainz también probó el Leopardo 2E

El 29 de abril de 2014 el piloto español Carlos Sainz visitó la Brigada de Infantería Acorazada 'Guadarrama XII' y compartió sus experiencias por el desierto en una conferencia en la que, además, comparó las dificultades del 'Dakar' y los valores de compañerismo, valentía y esfuerzo que se despiertan ante estas situaciones, con la dureza de las misiones del Ejército de Tierra y el coraje de los militares.

Además, Sainz afirmó sentirse «orgulloso de estar aquí y orgulloso de ser español». El piloto es desde entonces asesor de los componentes de la BRIAC para la conducción en terrenos de dificultad extrema como los que se encuentra él en competición, y además pudo conducir un Leopardo 2E y vivir en primera persona lo que se siente dentro de un vehículo acorazado a una velocidad que poco tiene que ver con la que suele alcanzar en los tramos más rápidos de los raids. Se trata, en definitiva, que tanto las tripulaciones de estos carros de combate como el equipo encargado de su mantenimiento puedan mejorar la eficiencia del carro a todos los niveles en situaciones límite. Además, el piloto ayuda desde entonces a esta Brigada a controlar aspectos como la alimentación o la hidratación en estos ambientes.

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Brigada de Infantería Acorazada 'Guadarrama XII, «Aprisa, duro, lejos»

La Brigada de Infantería Acorazada 'Guadarrama XII', ubicada desde su creación el 1 de febrero de 1966 en la Base Militar de El Goloso (Madrid), es la única Gran Unidad de nuestro ejército que ostenta, con orgullo, la denominación de 'acorazada', consecuencia de sus dos Batallones de carros de combate Leopardo 2E -88 unidades en este cuartel-, el más moderno y poderoso sistema de arma terrestre con que cuentan nuestras Fuerzas Armadas. La BRIAC adopta como lema 'Aprisa, Duro, Lejos', que contiene la esencia más pura de las Unidades Carristas y refleja las características de su maniobra.

Y este lema imprime carácter a todas sus intervenciones. Desde diciembre del año 1998 hasta la fecha, la Brigada se ha desplazado a diversos escenarios internacionales en operaciones de Mantenimiento de la Paz como Bosnia y Herzegovina, Kosovo y Líbano. De abril a septiembre de 2011, componentes de todas las Unidades de la BRIAC se desplazan al Líbano, como fuerza de mantenimiento de Paz, constituyendo la Brigada Multinacional L/H-XIV. La organización, los medios de los que está dotada y la instrucción y el adiestramiento de su personal y unidades, hacen de la Brigada de Infantería 'Guadarrama XII' la unidad más potente del Ejército español. La Acorazada dispone de un núcleo duro de carros de combate, de infantería mecanizada y de artillería ATP ?autopropulsada?, que le confieren gran movilidad, potencia de fuego, protección y choque; siendo por todo ello un medio muy eficaz para la realización de acciones dinámicas, potentes, profundas y resolutivas en todo tipo de ambientes.