El Rolls-Royce Phantom II es uno de los modelos más icónicos de la firma británica. Fabricado entre 1920 y 1935 con diversas carrocerías (como era habitual en la época), fue relativamente popular para tratarse de un automóvil de lujo, con una producción que alcanzó las 1.681 unidades antes de dar paso al más potente Rolls-Royce Phantom III.
En la cultura popular, el Rolls-Royce Phantom II es todo un icono de su época, con una presencia destacada en películas como El aprendiz de brujo (2010), Indiana Jones y la última cruzada (1989) y El Rolls-Royce amarillo (1964).
Este icónico automóvil montaba de serie un motor atmosférico de seis cilindros en línea y árbol de levas lateral que cubicaba nada menos que 7,7 litros y producía entre 40 y 50 CV, acoplado a una caja de cambios manual de cuatro velocidades sin sincronizar. Rolls-Royce afirmaba que su vehículo, con la carrocería convencional, alcanzaba una velocidad máxima de “más de 130 km/h”.
En función de su estado de conservación y su exclusividad, los Rolls-Royce Phantom II pueden superar los 350.000 euros, por lo que lo habitual es que sus propietarios los conserven fieles a sus especificaciones originales.
El atrevido restomod eléctrico del Rolls-Royce Phantom II
Está claro que el propietario de este Rolls-Royce Phantom II no ha seguido esa tendencia conservadora, ya que encargó a Electrogenic que convirtiera su berlina de 1929 en un modelo 100 % eléctrico. La empresa británica con sede en Óxford es famosa por haber desarrollado kits para transformar vehículos clásicos como el Land Rover Defender, el Jaguar Type E o el Porsche 911 en modelos 100 % eléctricos, así que parecía el compinche perfecto para la fechoría.
Así, los técnicos de Electrogenic separaron la carrocería de este Rolls-Royce Phantom II (obra de HJ Mulliner & Co.) y se pusieron manos a la obra en la que han definido como “la conversión a vehículo eléctrico más compleja que han realizado hasta el momento”. Dieciocho meses después, el vehículo estaba terminado, justo a tiempo para hacer su debut en el Salon Privé, celebrado en el Palacio de Blenheim.
Así, el motor de gasolina y la caja de cambios se retiraron cuidadosamente y se pusieron a buen recaudo (la transformación, como todas las de Electrogenic, es reversible), para dejar su hueco a un paquete de baterías de 93 kWh. Con ellas se alimenta un motor eléctrico de 150 kW (204 CV) y 310 Nm, montado entre los largueros del chasis que se conecta, convenientemente desmultiplicado, al árbol de transmisión que lleva el par a las ruedas traseras.
Capítulo aparte merece la batería. Para diseñar el empaquetado totalmente adaptado al hueco disponible, el primer paso es realizar un escaneo 3D de la estructura del automóvil, Así, el paquete de baterías aprovecha todo el hueco dejado por el motor, la caja de cambios e, incluso, el espacio entre los largueros del bastidor.
Además, Electrogenic ha diseñado una preciosa carcasa de aluminio pulido moldeada y remachada a mano que da un aspecto retro-futurista a la transformación que ha sido construida por los técnicos de Auto Historica, afiliados a Heritage Skills Academy en Bicester Heritage, un centro educativo en el que los jóvenes mecánicos aprenden los oficios clásicos necesarios para conservar el patrimonio histórico.
Los desafíos de electrificar un Rolls-Royce Phantom II
Un desafío clave fue idear la manera de preservar el sistema de lubricación centralizado Bijur de los casquillos de bronce del chasis, una vanguardista característica del Rolls-Royce Phantom II (introducido, en realidad por su predecesor, el Rolls-Royce Phantom I). Se trata de una configuración que envía aceite a los numerosos casquillos de bronce fosforado del automóvil que conectan los varillajes del sistema de frenos y de la suspensión, así como a otros sistemas de control mecánico, cruciales para mantener la característica conducción sedosa de los modelos de la firma británica.
Al eliminarse el motor de gasolina, el complejo sistema se veía interrumpido, lo que obligó a Electrogenic a implementar una nueva bomba y a replantear parte del circuito del sistema.
También fue necesario rediseñar el sistema de frenos original mandado por por cable para adecuarlo a la nueva arquitectura eléctrica del vehículo. Así, hubo que instalar un nuevo pedal de freno y un nuevo sistema hidráulico, conservando los actuadores de cable originales. Por supuesto, los frenos fueron calibrados para integrar la frenada regenerativa, lo que no sólo aumenta la potencia de frenado, sino que mejora la autonomía.
Así, a pesar del elevado peso del conjunto (cifrado en torno a las dos toneladas) y su altísima resistencia a la penetración aerodinámica, este Rolls-Royce Phantom II eléctrico alcanza las 150 millas (241 km) en condiciones de conducción reales. Su conductor puede elegir además entre un programa Eco, otro Sport y el intermedio Drive. También se puede seleccionar dos intensidades para regular la incidencia de la frenada regenerativa.
No falta una actualización del interior, en el que se ha transformado la instrumentación original y se ha instalado un sistema de sonido de alta gama con múltiples altavoces, un subwoofer debajo del asiento trasero y conectividad Bluetooth, todo ello discretamente oculto a la vista.
Desde luego es un gran trabajo, pero uno no deja de tener una cierta sensación agridulce cuando alguien decide transformar una joya de la ingeniería como esta con un siglo de historia a cuestas.