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Prueba a fondo: Kia Sportage HEV GT-line 1.6 T-GDI 4×2

La tercera generación del Kia Sportage ha supuesto un salto tecnológico importante en todos los apartados. Cuenta con una amplia oferta de motores, la mayoría electrificados.

Diésel, gasolina, hibridación ligera para versiones diésel y gasolina. Híbrido autorrecargable y plug-in; una oferta para todos los gustos y necesidades, con potencias comprendidas entre los 116 y 265 CV.

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Excelente equilibrio

La puesta a punto del chasis es notable. Sobre una suspensión con geometría independiente en ambos ejes, multibrazo detrás, ofreciendo un comportamiento bastante ágil con un tarado suave. En conjunto todo lo hace bien y su calidad de rodadura es sobresaliente.

Los amortiguadores, sin control electrónico en nuestra unidad –de dureza variable solo con la versión 4×4–, no se ofenden al forzar las maniobras ni ante los cambios de dirección. Sin embargo, un poco menos de balanceo sería de agradecer en los apoyos. Pero en cualquier caso no desentona en carretera abierta, con un alto nivel de confort, una dirección precisa y rápida y unos frenos de excelente tacto y con una frenada ejemplar, con una distancia para detenerse sorprendente en un coche que supera los 1.800 kg en orden de marcha. Lo que tampoco se nota al volante, desde donde parece que conducimos un coche más liviano.

Aunque su altura libre al suelo de 17 centímetros le permite desenvolverse por pistas, el bajo perfil de sus neumáticos no parece invitarte a muchas aventuras fuera de la carretera. Dispone de control de descenso, pero si realmente quieres moverte en este terreno, la versión 4×4  con la ayuda del Terrain. Este permite, con los diferentes perfiles (Nieve, Barro y Arena), sacar provecho optimizando la motricidad para cada tipo de superficie.