La metáfora del 'boomerang' del destino puede ser demasiado obvia, pero también perfectamente aplicable para Daniel Ricciardo. Su vuelo ha durado dos años, desde aquel Gran Premio de Mónaco de 2016, cuando el australiano dominaba aquel fin de semana con la misma autoridad que este último. Sin embargo, un clamoroso despiste de su equipo en boxes al no tener listos sus neumáticos le dejo al borde de las lágrimas. Aquellas que no pudo evitar en esta última edición de la carrera cuando logró quitarse de encima aquella losa, la única vez que se le vio en un podio sin su eterna sonrisa.
«Redención» fue la palabra utilizada por Ricciardo por la radio cuando volvió hacia su mano ese boomerang de 2016. Pero si la recompensa del destino llegaba en 2018, tampoco lo hizo gratis y sin sufrimiento. «Ninguna de mis victorias ha sido fácil», reconocía tras el triunfo en China. Tampoco fue el caso de aquella que ha logrado desde la pole, por primera vez en su carrera. Y a pesar de no haber tenido rival alguno, incluso ni con su compañero Verstappen a igualdad de monoplaza. Porque desde la vuelta 17 el Gran Premio de Mónaco fue un calvario que pudo terminar como en 2016.
Ricciardo contra todos los elementos
Dos segundos y medio por vuelta, o un 25 por ciento menos de potencia de su monoplaza durante la carrera por culpa de la avería en el sistema de recuperación de energía. Con semejantes mimbres tuvo Ricciardo que gestionar la carrera. El equipo le anticipaba que no acabaría la carrera. Pero Ricciardo pidió seguir adelante modificando los parámetros de su monoplaza, ahorrando combustible, neumáticos, cambiando su estilo de pilotaje…El australiano controló vuelta a vuelta una compleja situación y finalmente recibió esa recompensa que dos años atrás también había merecido. En otras pistas no hubiera sido posible. Por ello, el sabor de esta victoria fue tan intenso como el de la derrota en 2016. Mientras tanto, su renovación con Red Bull sigue abierta. Si el inesperado triunfo de Shanghái disparó su cotización, hoy Daniel Ricciardo es el eje del mercado para 2019.
Por detrás, el Gran Premio de Mónaco fue una paradoja en sí mismo. Porque los neumáticos más blandos de Pirelli disponibles este fin de semana, aquellos que permitían a Ricciardo marcar la vuelta más rápida nunca vista en su historia, provocaron una auténtica procesión de ritmo propio de Fórmula 1. La emoción parecía abierta hasta el final ante la cercanía de los tres pilotos de cabeza, Ricciardo, Vettel y Hamilton. Por un momento, parecía que podía ganar cualquiera de los tres. En realidad, nunca fue así, porque cada uno luchaba con sus propios problemas con el neumático. Hacerlos durar lo más posible era la consigna a pesar del 'blistering' para solo tener que parar en una ocasión. Al final, la carrera fue soporífera, otro ejemplo de su tradición, aunque su desenlace añadiera algo más de salsa a la clasificación general del campeonato.
A Alonso le pudo la mecánica; a Sainz, la estrategia
Para los españoles, el Gran Premio de Mónaco empezó con un sabor de boca que se amargó el domingo. Fernando Alonso y McLaren lograron enderezar una situación que amenazaba a desastre el sábado por la mañana. El séptimo puesto de parrilla auguraba otra nueva carrera dentro de los puntos. Pero Alonso también pagó la buena fortuna mecánica del resto de la temporada, y fue el único piloto que abandonó por avería mecánica. El paupérrimo ritmo de Vandoorne confirmaba que el MCL33 está muy lejos todavía de las esperanzas del equipo británico. Si el monoplaza había sufrido con el 'drag' (resistencia al avance) en trazados con grandes rectas, Mónaco ofrecía un respiro. Pues tampoco. La referencia de Red Bull este fin de semana fue suficientemente escandalosa como para recordar a McLaren que, salvo milagro, será imposible alcanzar al RB13 en 2018.
A Sainz también se le atragantó el magnífico resultado del sábado en los entrenamientos. No había mejor pista para confirmar su progresión y batir en igualdad de condiciones a Nico Hulkenberg. El alemán sufrió problemas mecánicos en Montmeló. Pero en Mónaco, Sainz le batía en toda regla para caer sin embargo el domingo indefenso ante una estrategia que no compartía, algo que dejó claro una vez terminada la carrera. Al final, el punto supo a decepción. Incluso un Verstappen que salía en última posición le superó en la meta. Que el equipo pidiera a Sainz que dejara pasar a su compañero en la parte final de la carrera fue el menor de los sapos a tragar.
El Gran Premio de Mónaco, por sus características, representa un paréntesis en el calendario. Al menos, ha dejado claro que Red Bull puede convertirse en árbitro entre Vettel y Hamilton. Y quién sabe qué sorpresas puede deparar la segunda parte de la temporada.