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Probamos el Audi Q5 2.0 TDI Quattro-Ultra. Optimiza lo bueno

Sí, es el nuevo Q5. La segunda generación. Y lo aclaramos porque durante la semana de prueba ha habido que defender esa tesis varias veces ante la desconfianza de algunos curiosos. Parafraseando aquel anuncio de chicles sin azúcar de hace años, «9 de cada 10 personas consultadas dudaban que fuese el nuevo Q5». Y puede entenderse, porque visto a distancia casi todo sigue más o menos igual. Luego, ya más cerca, la cosa cambia, especialmente si lo vemos de frente -parrilla y faros recuerdan al nuevo Q- o, curiosamente, si lo observamos de noche, pues las firmas luminosas sí evolucionan bastante.

Todo esto, que puede ser discutible por tener que ver con la estética, no es ni bueno ni malo, y tampoco extraña en la casa alemana, que últimamente huye de los saltos radicales en cuestión de imagen -R8 y A4 son buenos ejemplos- al relevar modelos. Además, el nuevo Q5 -fabricado en Méjico- es un vehículo creado a partir de una hoja en blanco, e incluso ese 'envoltorio', continuista en apariencia, encierra sorpresas técnicas que corresponden más a una revolución que a una simple evolución.

Más sólido y más cómodo

Salvo la anchura, invariada, todas las cotas crecen -la longitud, con 34 milímetros extra, la que más-, y eso incluye la batalla, que se estira 12 milímetros. Conviene recordar que el Q5 no lleva la plataforma MQB de sus 'parientes' Tiguan, Ateca o Kodiaq, pues el SUV de Audi, como ya sucedía en la primera generación, tiene motor longitudinal. Pero ahora adopta la moderna MLBevo, de la que se benefician también A4 y Q7. Como ellos, el segundo Q5 responde a un concepto de construcción ligera que ahorra 20 kilos en la célula de los ocupantes y, en el caso de la versión probada, rebaja 90 el peso total: de 1.935 a 1.845 kilos. Entre las claves, una inteligente combinación de materiales donde el aluminio es protagonista, pues se emplea en capó, portón, travesaño frontal, suspensión delantera… Dieta que se acompaña de una mayor rigidez torsional y de un aislamiento mejorado. Lo dice Audi y nosotros lo corroboramos, pues el nuevo Q5 transmite solidez, pisa de maravilla y es más cómodo que el anterior, tanto por sonoridad -el parabrisas acústico y los cristales gruesos son de serie- como por filtrado de la carretera.

La carrocería, o 'envoltorio', también presume de una aerodinámica mucho mejor, pues el Cx baja de 0,33 a 0,30 gracias a una forma más depurada -y eso que pensábamos que todo seguía igual- y al cuidado de los detalles: retrovisores, llantas, motor encapsulado, brazos de la suspensión trasera cubiertos, alerón trasero con mejor flujo, bajos carenados a la medida de cada mecánica y cada escape… Además de esa menor resistencia al avance -vital como veremos en materia de consumo- se logra un silencio de marcha digno de berlinas de lujo más caras. Y como todo es susceptible de mejora, por 185 euros podemos montar cristales insonorizantes también en las ventanas delanteras.

En la sensación de confort colabora el diseño interior, donde la firma de Ingolstadt da clases de lógica, ergonomía y agrado de uso. Encontrar la postura es fácil, los nuevos asientos son muy cómodos, la visibilidad es buena en cualquier dirección y todo queda en su sitio, salvo el botón del Audi Drive Select -para elegir el programa de conducción-, que debería estar más cerca. Además, hay amplitud: 146,5 centímetros de anchura delante y 139 detrás, cuando un Tiguan, ya bien aprovechado, ofrece respectivamente 145 y 136,5 centímetros. Si acaso, criticaríamos el abultado túnel, que molestará al pasajero central; pero el hueco para las piernas ahí es correcto: 71 centímetros con un conductor de 1,75 al volante.

550 litros de maletero

Si pasamos al área de equipajes, más mejoras, pues el maletero crece de 540 a 550 litros y monta de serie dos prácticos elementos: respaldo trasero abatible por secciones 40:20:40 y portón con apertura y cierre eléctricos. La cosa no acaba ahí, pues el Q5 ofrece ahora en opción la llamada 'banqueta trasera plus', 430 euros bien invertidos porque podremos variar la inclinación del respaldo o desplazar las plazas posteriores hasta 12 centímetros, de modo que el maletero, con cinco plazas en uso, se pone en 610 litros.

No abandonamos el habitáculo, pues hay más que contar. Por ejemplo, que el acabado es realmente magnífico, en línea con lo que Audi ejecuta desde hace tiempo. No obstante, nos han llamado la atención algunos materiales 'nuevos' -en las puertas por ejemplo-, mullidos y con presencia pero que parecen 'aligerados' y suenan más huecos y menos contundentes cuando golpeamos con los nudillos. Puede que sea rizar el rizo, pero ahí queda el comentario.

Y, todo sea dicho, cuando nos metemos en una carretera bacheada, o por un camino, nada vibra y todo parece ensamblado para durar.

Las críticas de verdad llegan al tratar la dotación de serie, pues el Q5 2.0 TDI 190 con equipamiento básico -49.500 euros- viene muy pelado. Citemos cinco cosas que, llamativamente, han de pagarse aparte: el control de crucero, los sensores de lluvia y luz, los espejos exteriores calefactables -es un peligro circular con los retrovisores empañados-, la cámara trasera o el paquete portaobjetos -230 euros- que incluye revisteros en respaldos, cerradura para la guantera o posavasos en el apoyabrazos trasero. Sale a cuenta pedir alguno de los acabados especiales -Advanced, Design o S line- porque vienen mejor dotados, aunque sigue habiendo lagunas y hay que tirar de caras opciones. Y eso incluye a la mayor parte de los asistentes de conducción de última hornada. Opciones que, en ocasiones, van ligadas: si quieres instrumentación configurable hay que pedir el prohibitivo MMI Navegación Plus, por ejemplo. La calculadora echa humo.

En marcha, todo ese filtrado de la carretera o esa perfecta insonorización se asocian a un comportamiento tan sumamente eficaz que el Q5 acaba transmitiendo poco al conductor. Tipo 'alfombra mágica'. El nuevo SUV de Audi va por raíles en las curvas -la nueva tracción Quattro-Ultra funciona igual de bien en cuanto a motricidad y ahorra carburante-, frena de cine y tiene una dirección casi perfecta -le sobra media vuelta de volante entre topes-, pero hay más eficacia y nobleza que diversión pura. Aunque eso va en gustos, y quizás el motor 2.0 TDI 190, más progresivo que rabioso, incremente esa impresión.

A cambio, empuje muy agradable -el par máximo dura entre 1.750 y 3.000 rpm-, prestaciones bastante buenas pese a no haber igualado el valor oficial de aceleración y un consumo real en torno a 7 litros, que es medio litro menos de lo que gastó el Tiguan de similar potencia y transmisión. Y eso que el Q5 probado montaba un calzado 'generoso'.

La clave

Perfección es una palabra tan 'gorda' que quizás nada ni nadie la merezca. Y el nuevo Q5, tampoco. Pero Audi se ha acercado mucho a la excelencia con la segunda generación de su modelo SUV 'best seller', que estrena elementos interesantes como la segunda fila corredera o la suspensión neumática. Puede que en calidad o estética la evolución sea menor, pero el Q5 es satisfactorio como pocos; y con un motor más deportivo sería aún más 'perfecto'.