El hito de cuatro millones de SUV fabricados por Škoda no representa únicamente un éxito comercial, sino la culminación de una estrategia industrial que ha redefinido la identidad corporativa de la marca checa en apenas década y media. Todo empezó en 2009 cuando el Škoda Yeti fue el primer intento serio de la marca en el segmento SUV,. Pero pocos pensaron entonces que que esta incursión se convertiría en el motor principal de crecimiento de la compañía.
La decisión de apostar por los vehículos de mayor altura representó una ruptura radical con la tradición de Škoda como fabricante de automóviles convencionales, transformando su percepción de marca utilitaria a referente de versatilidad. La evolución en la cifras resulta elocuente: mientras que alcanzar el primer millón de SUV necesitó casi una década, el salto del tercero al cuarto millón se completó en apenas dos años. Este crecimiento exponencial refleja no solo el cambio en las preferencias del consumidor europeo, sino también la capacidad de adaptación industrial de Škoda a las nuevas demandas del mercado.

Además, hay otro hecho relevante: la expansión de la producción de SUV más allá de las fronteras checas que va más allá del simple incremento de la capacidad de producción. Es más una globalización de la marca, con la decisión de desarrollar modelos específicamente adaptados para el mercado indio, como el Kylaq y el Kushaq, lo que demuestra una comprensión de las particularidades regionales que va más allá de la mera exportación de diseños europeos.
Esta localización no se limita únicamente al desarrollo de producto, sino que se extiende a la creación de ecosistemas industriales completos. La planta vietnamita que ensambla el Kushaq a partir de componentes indios ejemplifica una nueva forma de globalización industrial, donde los mercados emergentes no solo consumen tecnología, sino que participan activamente en su creación y distribución regional.
El fenómeno de electrificación empuja el crecimiento

La incorporación de los modelos Elroq y Enyaq a la gama SUV representa más que una respuesta a las regulaciones ambientales europeas; constituye una apuesta tecnológica que posiciona a Škoda en la vanguardia de la transición energética. El éxito comercial del Elroq, con más de 100,000 pedidos en sus primeros meses de comercialización, indica que la marca ha logrado encontrar la fórmula correcta para combinar sostenibilidad con atractivo comercial.
La familia Enyaq, por su parte, ha demostrado que los vehículos eléctricos pueden mantener las características de practicidad y espacio que tradicionalmente asociamos con los SUV, eliminando una de las principales barreras psicológicas para la adopción de la movilidad eléctrica entre usuarios familiares.
El hecho de que los SUV representen actualmente más del 55% de las entregas de Škoda refleja transformaciones sociales profundas que van más allá de las modas pasajeras. La preferencia por vehículos de mayor altura responde a necesidades funcionales reales: mejor visibilidad en tráfico denso, facilidad de acceso para usuarios de diferentes edades y capacidad de carga superior para estilos de vida cada vez más activos.

Y los planes de la marca no se detienen, y ya tiene en cartera dos nuevos modelos que pronto verán la luz y con los que reafirmará esa imparable expansión en el segmento de los SUV. En 2026, tras mostrarse como concept en el Salón de Munich, la marca presentará la versión de producción del Škoda Epiq, un atractivo crossover básico con propulsión totalmente eléctrica, un precio asequible y origen ‘Made in Spain’. Y también en ese 2026 llegará el buque insignia de la gama de SUV eléctrico de Škoda, un modelo con capacidad para siete pasajeros basado en el concepto Vision 7S.
El presente y el futuro más inmediato de la marca checa confirman su liderazgo entre los SUV, la carrocería de mayor éxito en la actualidad. Y si eso se une a la experiencia en electrificación de la marca, está claro que esos 4 millones de SUV pronto serán historia.