Los badenes se han convertido en inevitables compañeros de viaje. Están por todas partes, estratégicamente colocados para que reduzcamos la velocidad y así proteger a los usuarios de la vía. En teoría, cumplen su función de forma impecable. Pero en la práctica, más de un conductor ha sentido su coche crujir o dar un golpe seco al pasarlos. Y eso no es precisamente buena señal.
Y es que, aunque parezcan inofensivos, los badenes pueden acortar la vida útil de la suspensión, dañar los amortiguadores e incluso afectar al motor y la carrocería si se superan de forma incorrecta. Pero no todo está perdido: quienes más saben de ello te dan la receta infalible para atravesarlos sin que tu coche acabe pidiendo auxilio en el taller.
2¿Por qué sufre la suspensión con los badenes?

Al hablar de badenes, la suspensión es la gran heroína silenciosa. Amortiguadores, brazos y muelles trabajan en conjunto para absorber el impacto y mantener el control del coche. El problema es cuando ese trabajo se multiplica por una conducción brusca. Al entrar muy rápido en un badén, la compresión es extrema y las piezas hacen un sobreesfuerzo que, a largo plazo, las termina desgastando prematuramente.
Si, además, el badén no está bien construido —más habitual de lo que imaginamos—, el riesgo aumenta: los bajos del coche pueden golpear contra el asfalto y causar desperfectos en piezas costosas, como el cárter o el escape. Incluso los badenes homologados, que por sus medidas no deberían dañar los vehículos, pueden provocar averías si el conductor no modera la velocidad.