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miércoles, 18 junio 2025

Los radares de velocidad tienen los días contados en Reino Unido

En un giro inesperado, los radares de velocidad, un símbolo omnipresente en las carreteras del Reino Unido, podrían estar viviendo sus últimos días. La creciente resistencia a las medidas de control de tráfico, especialmente en la capital, Londres, ha puesto en el centro de atención a los dispositivos que han sido tanto una herramienta de seguridad como una fuente de recaudación para el gobierno.

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El descontento con estas medidas ha alcanzado un punto álgido con la expansión de la Zona de Emisiones Ultra Bajas (Ulez) a toda la ciudad, una decisión que ha generado una respuesta visceral entre ciertos sectores de la población. Estas calles instauradas inicialmente para mejorar la calidad del aire y reducir la contaminación, ahora abarca toda la ciudad. Esto significa que los conductores de vehículos más contaminantes deben pagar una tarifa cada vez que entran en la capital.

Un grupo ataca a los radares de velocidad

Si bien la medida fue bien recibida por grupos ambientalistas y ciudadanos preocupados por la salud pública, la extensión del Ulez ha despertado una fuerte oposición. Grupos de manifestantes, que se autodenominan «blade runners», han comenzado a tomar acciones directas contra las cámaras Ulez, que se utilizan para monitorear y aplicar las tarifas.

Esta gente, en una muestra de desobediencia civil, están atacando las cámaras Ulez y los dispositivos de monitoreo asociados. Vestidos con trajes de dinosaurios inflables y utilizando métodos que van desde bloquear furgonetas móviles hasta dañar las cámaras de manera directa, estos activistas buscan desmantelar el sistema que consideran injusto.

Los radares: una grieta que se empieza a crear en Londres

Una grieta que se empieza a crear en Londres

El descontento no se limita únicamente a los conductores de vehículos contaminantes. Muchos londinenses, incluso aquellos que apoyan las políticas ambientales, están preocupados por las implicaciones económicas y sociales de la expansión del Ulez. Los pequeños negocios y los trabajadores que dependen del transporte por carretera se ven particularmente afectados, lo que ha alimentado aún más las tensiones.

El resentimiento hacia las políticas de control del tráfico ha encontrado un terreno fértil para el surgimiento de teorías conspirativas, según las cuales el gobierno estaría utilizando las cámaras y los radares como herramientas para vigilar y controlar a la población. Mientras que algunos manifestantes tienen preocupaciones genuinas sobre el impacto económico de la expansión de Ulez, otros están motivados por teorías de conspiración que pintan al alcalde Sadiq Khan y al gobierno local como figuras autoritarias que buscan imponer un control total sobre los ciudadanos.

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