Comprar un coche nuevo debería ser sinónimo de tranquilidad, ilusión y seguridad. Después de todo, hablamos de una de las mayores inversiones que hace un ciudadano a lo largo de su vida. Estrenar vehículo significa empezar de cero: ningún kilometraje previo, ningún desgaste oculto y la confianza de que la marca y el concesionario entregan un producto en perfecto estado. Sin embargo, la realidad no siempre coincide con las expectativas. En ocasiones, el “coche nuevo” empieza a mostrar defectos antes de lo esperado: desde ruidos en el motor hasta sistemas electrónicos que fallan, pasando por problemas en la transmisión o un consumo anómalo de aceite.
En esos casos, la decepción es inevitable. Lo que debía ser un símbolo de fiabilidad se convierte en una fuente de preocupación y de dudas. Y ahí surge la gran pregunta: ¿qué hacer cuando el vehículo recién matriculado presenta fallos? ¿Quién responde? ¿El concesionario, el fabricante, el seguro? La OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) ofrece herramientas muy claras para reclamar y recordar a los conductores que no están indefensos. Porque sí: incluso con un coche recién salido del concesionario, tienes derecho a que te lo reparen, lo cambien o te devuelvan el dinero si el problema lo justifica.
2Cómo saber si el defecto está cubierto o no
Aquí surge una de las dudas más frecuentes: ¿qué se considera un “defecto de origen”? Durante los primeros seis meses desde la entrega, la ley presume que cualquier fallo ya estaba presente en el momento de la compra, aunque no se hubiera manifestado antes. Esto coloca al consumidor en una posición de fuerza, ya que no necesita aportar pruebas adicionales.
Pasados esos seis meses, la situación cambia: será el comprador quien deba demostrar que el fallo proviene de un defecto de fábrica y no de un uso indebido, un accidente o un desgaste normal. Para ello, la OCU aconseja solicitar un informe pericial independiente. Este documento técnico puede ser decisivo en una reclamación, sobre todo cuando la marca se resiste a reconocer el defecto.
Algunos ejemplos habituales de problemas cubiertos:
- Fallos electrónicos recurrentes en sistemas como ABS, ESP o airbag.
- Ruidos anómalos en motor o transmisión.
- Defectos en sistemas de climatización.
- Vibraciones excesivas sin causa justificada.
Por el contrario, no entran en la garantía:
- Desgaste normal de neumáticos o frenos.
- Averías por mal uso (como repostar combustible equivocado).
- Daños derivados de accidentes o golpes.








