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Olvida el motor de hidrógeno: El futuro es este otro  propulsor 700 veces más potente

Más allá de los motores de combustión tradicionales, la necesidad urgente de abordar la creciente contaminación impulsa la búsqueda de soluciones. Los vehículos eléctricos y el hidrógeno han surgido como opciones prometedoras, pero ambos dependen de fuentes de energía secundarias para su producción o recarga, lo que plantea desafíos adicionales en términos de eficiencia y almacenamiento.

Los motores eléctricos han emergido como una fuerza transformadora, ofreciendo una alternativa limpia y eficiente a los motores de combustión interna. Esta tecnología ha ganado impulso significativo en los últimos años, respaldada por avances en baterías, infraestructura de carga y conciencia ambiental. Su funcionamiento silencioso, su bajo mantenimiento y, lo más importante, su falta de emisiones directas durante la operación los hacen altamente atractivos tanto para consumidores como para gobiernos que buscan reducir la contaminación atmosférica y combatir el cambio climático.

Pero en la búsqueda de alternativas energéticas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente, la atención se ha centrado cada vez más en el hidrógeno como un posible sustituto del combustible tradicional en la propulsión de motores. Esta transición hacia el hidrógeno promete no solo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también diversificar la matriz energética, disminuyendo la dependencia de los combustibles fósiles.

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El auge del hidrógeno

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El hidrógeno se ha consolidado como una alternativa prometedora debido a su alta densidad energética y su capacidad para generar energía limpia a través de reacciones electroquímicas, produciendo como único subproducto agua. Este hecho lo convierte en una opción atractiva para la industria del transporte, particularmente en la electrificación de vehículos y en la propulsión de vehículos pesados, como camiones y autobuses.

A pesar de su potencial, la adopción generalizada del hidrógeno como combustible enfrenta varios desafíos. Uno de los mayores obstáculos es la infraestructura necesaria para producir, almacenar y distribuir el hidrógeno a gran escala. Además, existen preocupaciones sobre la eficiencia en comparación con otras tecnologías emergentes, como los vehículos eléctricos de batería.

Sin embargo, estos desafíos no han frenado el impulso hacia la adopción del hidrógeno. En los últimos años, se han realizado avances significativos en la tecnología de celdas de combustible y en métodos de producción de hidrógeno más sostenibles, como la electrólisis del agua utilizando energía renovable.

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