En la vertiginosa curva de carreras del Museo Mercedes-Benz, surge imponente el Benz 200 PS ‘Blitzen-Benz’, una flecha de potencia que aún hoy asombra a los aficionados del automovilismo. Hace casi 115 años, sus diseñadores esculpieron una carrocería un tanto revolucionaria para su tiempo. La parrilla redondeada divide el aire con elegancia, fluyendo sobre la parte trasera alargada, mientras el conductor se agacha en la cabina.
Un Mercedes sin silenciador y con manivela
Este automóvil, un prodigio de la ingeniería, despliega una potencia impresionante. Cuatro tubos de escape de gran diámetro sobresalen del capó, sugiriendo una fuerza descomunal. El ‘Blitzen-Benz’ no conoce el silenciador; su rugido atronador es un eco de su velocidad legendaria. Las grandes ruedas dentadas y las robustas cadenas transmiten la potencia a las ruedas traseras, mientras el motor se pone en marcha con una manivela situada en la parte delantera del vehículo.
El primer Mercedes que superó los 200 km/h
Este vehículo, más que una obra maestra mecánica, es un hito histórico. En 1909, el ‘Blitzen-Benz’ se convirtió en el primer automóvil del mundo con motor de combustión interna en superar la mágica barrera de los 200 km/h, estableciendo un récord mundial de velocidad para vehículos de carretera. Solo se construyeron seis ejemplares de este prodigio sobre ruedas, y hoy, el Museo Mercedes-Benz alberga uno de ellos en la Sala Leyenda 7, bajo la serie ‘Primer plano’.
El éxito del ‘Blitzen-Benz’ no solo radica en su velocidad vertiginosa, sino en la audaz visión de Benz & Cie. a principios del siglo XX. En una época en la que la competencia, particularmente Daimler-Motoren-Gesellschaft, destacaba en las carreras como estrategia publicitaria, Benz se vio obligado a repensar su enfoque. Aunque sus vehículos eran reconocidos por su fiabilidad y practicidad, la compañía se embarcó en una transformación radical: crear el automóvil más rápido del mundo.
Mercedes Blitzen-Benz con motor de ¡21,5 litros!
Así, en 1909, nació el proyecto del ‘Blitzen-Benz’. Basado en el motor del Benz Grand Prix de 150 CV, el motor de cuatro cilindros aumentó su cilindrada a 21,5 litros, generando una potencia de 147 kW (200 CV) a 1.600 rpm. Este ‘powerpack’ pesaba 407 kilogramos, una gigantesca unidad de potencia que llevó a la creación de un automóvil único en su especie.
Los récords no tardaron en llegar. En 1909, en el circuito de Brooklands, el piloto Victor Hémery alcanzó velocidades asombrosas: 205,666 km/h en media milla y 202,648 km/h en un kilómetro. El ‘Blitzen-Benz’ no solo superó las marcas establecidas por los trenes y vagones de vapor de la época, sino que las eclipsó por completo.
Superó los 228 km/h en 1911
Ante la necesidad de rectas más largas para demostrar su potencial, el ‘Blitzen-Benz’ cruzó el Atlántico y conquistó Estados Unidos. En 1910, rebautizado como ‘Lightning-Benz’, Barney Oldfield alcanzó los 211,97 km/h en la milla en Daytona Beach. Pero la hazaña no se detuvo ahí; en 1911, Robert R. ‘Bob’ Burman llevó al vehículo mejorado a la increíble velocidad de 228,1 km/h en la milla voladora.
Durante ocho años, el ‘Blitzen-Benz’ ostentó el título del automóvil más rápido del mundo, una proeza que solo fue superada en 1919. Su legado persiste como un hito en la historia automotriz, recordándonos que, hace más de un siglo, la visión y la audacia de Benz & Cie. dieron vida a un ícono de velocidad que desafió los límites de su tiempo. Desde entonces la tradición deportiva y los récords se han sucedido en la marca alemana.
