Seguro que has pensado más de una vez que llenar el depósito hasta el borde es una forma de evitar tener que volver a la gasolinera más veces. Y hasta cierto grado parece algo lógico porque es cómodo no tener que parar tan a menudo a repostar. Pero esa costumbre tan arraigada, sobre todo en verano, puede traer más de un quebradero de cabeza a tu coche y a tu cartera.
Puede parecer una tontería, pero llenar el depósito hasta que la gasolina asome por el borde no es una buena idea, y menos cuando el sol aprieta, y te vamos a explicar por qué.
El efecto invisible que se produce con el calor

Imagina que tienes una botella de agua y la llenas hasta arriba. Si la metes en el congelador, el agua se expande y la botella puede reventar, ¿verdad? Pues con la gasolina en verano pasa algo parecido, aunque no tan drástico. Como muchos líquidos, la gasolina se expande con el calor. En verano, la temperatura del asfalto y del aire es altísima, y el depósito está bajo todo ese sol. Si lo has llenado hasta la boca, no le has dejado espacio a la gasolina para «respirar» y expandirse.
Cuando el combustible se calienta y no tiene dónde ir, la presión dentro del depósito aumenta. Los coches están diseñados para tener un pequeño espacio en la parte superior del depósito. Este espacio es justo para que la gasolina se expanda sin problemas. Pero si lo llenas a tope, ese espacio desaparece. Es como querer meter más agua en un vaso que ya está lleno; simplemente, se desborda.
Derrames: un riesgo para ti, tu coche y el medio ambiente

Si la gasolina no tiene espacio para expandirse y la presión aumenta demasiado, puede llegar a derramarse. Y esto es algo que debes evitar a toda costa por varias razones.
Primero, la gasolina es inflamable. Un derrame en la gasolinera o mientras conduces puede ser muy peligroso. Además, los vapores también son inflamables y pueden ser nocivos si los respiras en grandes cantidades. Las gasolineras tienen estrictas normas de seguridad por lo peligrosa que es esta sustancia.
Segundo, la gasolina es muy agresiva con la pintura de tu coche. Si cae sobre ella, puede dañar la capa de barniz y dejar manchas permanentes muy difíciles de quitar.
Tercero, cada gota que se derrama es dinero que tiras a la basura. Con los precios actuales del combustible, ¿quién quiere desperdiciar ni una sola gota? Es un ahorro que se convierte en gasto.
Además, si llenas el depósito hasta el borde, la gasolina líquida puede entrar en contacto directo con el canister. Este componente está diseñado para manejar vapores, no líquidos. Si se empapa de gasolina de forma continuada, el canister se satura y deja de funcionar.
¿Y qué pasa si el canister se estropea? Pues que no es una avería barata. Las reparaciones pueden oscilar entre los 200 y los 500 euros, incluso más, dependiendo del modelo de tu coche. Además, un canister dañado puede hacer que el coche emita más gases contaminantes, y eso podría traerte problemas con la ITV. Así que, lo que parece un simple acto de llenar el depósito, puede convertirse en una visita costosa al taller.
La manguera del surtidor y el famoso «clic»

Seguro que te ha pasado: estás llenando el depósito y, de repente, la manguera hace un «clic» y se para automáticamente. Esa no es una señal para que sigas apretando la palanca y metas un poco más. Ese «clic» es una señal de la tecnología del surtidor, que te dice: que el depósito ya está en su nivel óptimo.
Cuando la manguera se detiene, significa que el depósito está lo suficientemente lleno. Si insistes y aprietas un poco más para meter ese «litro de más», lo que a menudo consigues es generar más espuma que gasolina líquida. Esta espuma no es tan eficiente y, además, puede activar de forma incorrecta los sistemas de tu coche, haciendo que detecte una falsa señal de llenado.
Así que ya lo sabes. La próxima vez que vayas a la gasolinera, sobre todo en los meses de calor, recuerda que dejar ese pequeño espacio no solo te evitará derrames y daños, sino que también protegerá componentes vitales ahorrándote un buen dinero en reparaciones.