Hace tres años, el Gobierno implementó una medida crucial para mejorar la seguridad vial: rebajar la velocidad máxima en las carreteras secundarias a 90 km/h y limitar las calles de un solo carril por sentido a 30 km/h. Aunque esta decisión fue aplaudida por muchos, los problemas persisten en los nuevos barrios urbanos, conocidos como PAUs. En estos lugares, cruzar la calle puede convertirse en una odisea peligrosa, lo que ha llevado a los vecinos a idear soluciones creativas, como el uso de ladrillos para asegurar su cruce. Este artículo explora esta peculiar estrategia y el contexto que la ha hecho necesaria.
1Vivir en un barrio de fórmula 1

Las medidas para reducir la velocidad han sido efectivas en los centros urbanos, donde la alta densidad de población y el turismo ya limitan la velocidad de los vehículos. Sin embargo, en los PAUs, la situación es muy diferente. Estos barrios, diseñados en los años 90, se caracterizan por sus amplias avenidas y grandes espacios, lo que facilita que los vehículos circulen a velocidades peligrosamente altas.
En estos entornos, las aceras amplias están frecuentemente desiertas, y el transporte público suele estar mal conectado. Además, cruzar una calle puede implicar atravesar hasta ocho carriles, una tarea intimidante para cualquier peatón. Las rotondas gigantes, como la de Sanchinarro, ejemplifican este problema, convirtiéndose en verdaderas autopistas dentro de la ciudad. En resumen, las medidas de pacificación del tráfico no han logrado frenar la velocidad en estos nuevos barrios residenciales.