Vas por la autopista con la familia con ganas de playa, el equipaje en el maletero… y de repente, tu coche se para. Calor, asfalto ardiendo, y un «¿por qué?» retumbando en tu cabeza. Las averías son comunes en verano. Hasta los más famosos pronosticadores del tiempo, como Jorge Rey y sus cabañuelas, lo saben: tu coche tiene la fecha de caducidad marcada. Y tú sin enterarte.
A más calor, más probabilidad de tener un percance. Según datos de Autoclub Mutua, el mayor club de automovilistas de España, en la última década, las asistencias en carretera se han duplicado durante los meses estivales. No es mala suerte: las altas temperaturas, las largas distancias y el envejecimiento del parque móvil forman un cóctel explosivo para tu coche.
2Las altas temperaturas no solo funden la batería

El calor no solo acelera el desgaste: destroza componentes. En los coches eléctricos, dejarlos al sol durante horas puede reducir hasta en 20 km su autonomía diaria. Además, se acorta la vida útil de la batería, lo que a la larga te saldrá por un pico. Es como dejar el teléfono móvil al sol, pero con ruedas y mucho más caro.
Y si hablamos de vehículos de combustión, el riesgo no es menor. Un nivel bajo de aceite o un líquido refrigerante envejecido pueden poner al motor contra las cuerdas. Con el calor, los frenos pierden eficacia y los neumáticos se sobrecalientan, se agrietan y se convierten en bombas de relojería. No es casualidad que sea en verano cuando más pinchazos y reventones se registran.