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IVTM: La regla antediluviana que nadie entiende y por la que se calcula

El Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM) tiene sus raíces en las necesidades económicas y administrativas de las municipalidades españolas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

A medida que la motorización de la sociedad avanzaba y los vehículos de motor se convertían en una presencia cada vez más común en las calles, surgió la necesidad de regular su uso y, al mismo tiempo, generar ingresos para las arcas municipales.

El Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM), conocido popularmente como el impuesto de circulación o sellos de los coches, es uno de los tributos más polifacéticos en términos de denominación.

Sin embargo, su alcance y aplicación van más allá de los simples apodos callejeros que le atribuyen. Este impuesto directo, que grava la titularidad de vehículos motorizados aptos para circular en vías públicas, independientemente de su clase y características, representa un pilar fundamental en la estructura tributaria local.

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Introducción de la potencia fiscal en la formula impositiva

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A lo largo del siglo XX, el IVTM experimentó varias reformas y ajustes para adaptarse a los cambios en la sociedad y en el parque automotor. Se introdujeron criterios como la potencia fiscal del vehículo para determinar la cuantía del impuesto, y se ampliaron las exenciones para ciertos tipos de vehículos, como los destinados a servicios públicos esenciales.

En la actualidad, el IVTM sigue siendo uno de los impuestos municipales más importantes en España, proporcionando ingresos vitales para la financiación de servicios locales. Aunque ha evolucionado significativamente desde sus humildes comienzos, su propósito fundamental de gravar la propiedad de vehículos de tracción mecánica sigue siendo el mismo, asegurando que aquellos que utilizan las carreteras contribuyan equitativamente al mantenimiento de la infraestructura y los servicios municipales.