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IVTM: La regla antediluviana que nadie entiende y por la que se calcula

El Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM) tiene sus raíces en las necesidades económicas y administrativas de las municipalidades españolas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

A medida que la motorización de la sociedad avanzaba y los vehículos de motor se convertían en una presencia cada vez más común en las calles, surgió la necesidad de regular su uso y, al mismo tiempo, generar ingresos para las arcas municipales.

El Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM), conocido popularmente como el impuesto de circulación o sellos de los coches, es uno de los tributos más polifacéticos en términos de denominación.

Sin embargo, su alcance y aplicación van más allá de los simples apodos callejeros que le atribuyen. Este impuesto directo, que grava la titularidad de vehículos motorizados aptos para circular en vías públicas, independientemente de su clase y características, representa un pilar fundamental en la estructura tributaria local.

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Mas de cien años de impuesto

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El precursor directo del IVTM se remonta a la «Contribución de Automóviles», un impuesto municipal creado en Barcelona en 1900 para gravar la propiedad de vehículos de motor. Este impuesto, que se aplicaba en función de la cilindrada del motor, sentó las bases para futuras regulaciones tributarias sobre vehículos de tracción mecánica en otras ciudades de España.

Con el paso del tiempo y el crecimiento del parque automotor, se hizo evidente la necesidad de una legislación más amplia y uniforme a nivel nacional. Así, en 1924, se promulgó la primera ley estatal que regulaba los impuestos municipales, incluido el impuesto sobre vehículos de motor. Esta ley estableció los fundamentos para la creación de un impuesto que gravara la propiedad de vehículos motorizados en todo el territorio español.

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