La Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil lleva más de seis décadas patrullando las carreteras españolas a lomos de diferentes modelos de moto. En ese tiempo han pasado por sus filas máquinas alemanas, japonesas y también españolas, cada una con sus ventajas y sus puntos débiles. Estas motos han sido protagonistas silenciosas de escoltas oficiales, persecuciones en autopistas, controles de alcoholemia, operaciones especiales en festivos o patrullas diarias en carreteras secundarias.
Pero lo que puede parecer una simple elección de marca o cilindrada es, en realidad, una cuestión de seguridad vial y eficiencia. No todas las motos han estado a la altura: algunas se ganaron la fama de indestructibles y fiables, mientras que otras se recordaron más por los quebraderos de cabeza que dieron en los talleres. Analizar este recorrido histórico no solo nos habla de la evolución de la Guardia Civil, sino también de cómo ha cambiado la tecnología de la moto y las exigencias del trabajo policial en carretera.
3El salto japonés: Yamaha revoluciona el parque móvil

A mediados de los 80 llegó el desembarco japonés. La Yamaha XJ 650, con su motor de cuatro cilindros en línea, marcó un antes y un después. De repente, los agentes pasaron a tener motos más rápidas, con mayor capacidad de aceleración y más confort en largos trayectos. Para escoltas oficiales y persecuciones, supuso un salto de calidad innegable.
Posteriormente, la Yamaha FJR 1300 consolidó esta relación. Con gran potencia, buena aerodinámica y un equipamiento moderno para la época (ABS, carenados envolventes, suspensiones regulables), se convirtió en una moto muy apreciada. No obstante, también tenía su “cara B”: peso elevado, complejidad en el mantenimiento y un coste de repuestos más alto al tratarse de una marca japonesa. Aun así, dejó un gran recuerdo en muchos motoristas de Tráfico.