Cada año se repite la misma historia. Cuando sales de vacaciones, parece que llenar el depósito de gasolina cuesta cada vez más, pero a medida que el frío se acerca, los precios parecen relajarse un poco. ¿Es una sensación o es algo real? La realidad es que no te lo estás imaginando, aunque la explicación es más complicada de lo que parece.
Existen factores físicos como económicos, detrás de este fenómeno que tanto irrita.Hay ciertos mitos y realidades que explican lo que está pasando cada vez que acudes a la gasolinera.
La explicación científica que explica por qué la gasolina es más cara en verano

Cuando vamos a la gasolinera, nos fijamos en el precio del cartel y en los litros que entran en nuestro depósito. Pero hay un detalle que influye de manera sutil pero real en lo que estamos comprando: la densidad del combustible. Como cualquier otro líquido, la gasolina y el diésel se ven afectados por la temperatura.
Con el calor, tanto la gasolina como el diésel se dilatan, lo que significa que el mismo litro de combustible tiene una densidad menor que a baja temperatura. En cambio, en invierno, las moléculas se contraen y los combustibles se vuelven más densos.
Las gasolineras miden el combustible por litros, no por masa o contenido energético. Esto se traduce en que, aunque el contador marque 50 litros, la cantidad de energía que estás metiendo en tu coche cuando hace calor es algo inferior a cuando lo haces un día de invierno
¿Cuánto afecta esto en la práctica? Para el conductor medio, la diferencia es casi imperceptible. En un clima como el de España, la variación de densidad entre 0 °C y 30 °C puede suponer un cambio de entre el 1 % y el 2 % en el contenido energético por litro. Esto quiere decir que, en un depósito de 50 litros, la diferencia energética puede ser el equivalente a uno o dos vasos de combustible. Es un impacto tan pequeño en el coste real por kilómetro que es difícil notarlo en la cartera.
Aun así, este efecto es real, aunque la mayoría de nosotros no lo tengamos en cuenta. Quizás por eso, algunos conductores prefieren repostar a primera hora de la mañana, cuando las temperaturas son algo más bajas. En teoría, en ese momento se obtiene un combustible más denso y, por lo tanto, con un poquito más de energía por cada litro. Aunque el ahorro sea mínimo, la lógica detrás de esta práctica es incuestionable.
El verdadero motivo de las subidas en verano

Aunque la física tiene su papel, el factor que infla de verdad los precios del combustible en verano es la economía. En concreto, la ley de la oferta y la demanda. Esto es lo que afecta de verdad y lo que hace que llenar el depósito en julio o agosto sea un golpe para el bolsillo.
En los meses de verano, la demanda de combustible se dispara por las vacaciones. Millones de españoles cogen sus coches para ir a la playa, a la montaña o a visitar a la familia. Se incrementa el número de kilómetros recorridos y, por tanto, el consumo de gasolina y diésel es mucho mayor.
Cuando todo el mundo quiere comprar algo, los vendedores pueden subir el precio porque saben que, a pesar de la subida, la gente lo seguirá comprando. Las compañías petroleras y las gasolineras no son ajenas a esta lógica. Con el aumento de los viajes y la movilidad en general, la presión sobre la demanda se hace enorme. Esta presión, junto a otros factores como el precio del barril de Brent, referencia del petróleo en Europa, los costes logísticos o los cambios fiscales, provoca que las compañías ajusten los precios al alza.
En cambio, en los meses de invierno la situación es diferente. Aunque sigue habiendo un consumo constante para calefacciones y transporte profesional, la movilidad particular se reduce muchísimo. Menos gente se va de fin de semana, y los viajes largos son menos frecuentes. Esta menor demanda hace que la presión sobre los precios se relaje y, por lo general, se mantengan en niveles más moderados.
Lo que nos dicen los datos

La teoría se confirma si echamos un vistazo a las cifras oficiales. Según los registros del Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO), el precio medio de la gasolina y el diésel en julio y agosto suele ser entre 3 y 6 céntimos más caro por litro que en los meses más fríos del año.
Si miramos la tabla de precios medios de los carburantes desde 2021, la tendencia es clara. En la mayoría de los años, el precio en julio y agosto es superior al de enero. Por ejemplo, en 2023, la gasolina 95 costaba 1,63 €/l en enero y subió a 1,70 €/l en agosto. En 2022, la diferencia fue aún más notable: de 1,51 €/l en enero a 1,81 €/l en agosto (sin incluir la bonificación de 20 céntimos que se puso para salir de la pandemia). Aunque en 2025 los datos preliminares muestran una tendencia a la baja, la norma general sigue siendo la misma.
Estos datos confirman que el factor económico, impulsado por la demanda de las vacaciones, es el peso pesado en la ecuación. El efecto de la densidad por temperatura existe, pero es casi insignificante comparado con las subidas de precio que vemos cada verano.La próxima vez que vayas a la gasolinera en pleno agosto, no te sorprendas si el precio es más alto de lo normal. Ahora ya sabes que no es una conspiración, sino una combinación de física y, sobre todo, de pura economía.