La clasificación ambiental de la DGT nació con un objetivo claro: discriminar positivamente a los vehículos más limpios y ayudar a los ayuntamientos a gestionar las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Sin embargo, casi una década después de su implantación, el sistema acumula críticas por parte de organizaciones ecologistas, que lo consideran poco riguroso y engañoso para el consumidor.
El problema es que estas etiquetas, que condicionan tanto el acceso a las ciudades como el bolsillo del conductor, han terminado siendo un instrumento favorable a los fabricantes de automóviles. Hoy, muchos modelos de gran tamaño y consumo presumen de distintivo ECO o incluso Cero Emisiones, aunque en la práctica generen una huella de carbono nada despreciable.
6Transparencia frente a intereses

Las etiquetas medioambientales de la DGT nacieron como un instrumento necesario, pero hoy están en entredicho. Otorgan un barniz de sostenibilidad a tecnologías que aún contaminan, creando una falsa sensación de avance. Para los ecologistas, se trata de un auténtico regalo a fabricantes y consumidores que quieren beneficios sin cambiar de hábitos.
La próxima revisión será decisiva. Si se incorporan criterios más estrictos y transparentes, los distintivos podrán recuperar su credibilidad y servir realmente para guiar la transición hacia una movilidad sin emisiones. De lo contrario, el sistema seguirá siendo un coladero que regala las ECO y las Cero a coches que, aunque con pegatina verde en el parabrisas, siguen dejando su huella en el aire que respiramos.