La clasificación ambiental de la DGT nació con un objetivo claro: discriminar positivamente a los vehículos más limpios y ayudar a los ayuntamientos a gestionar las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Sin embargo, casi una década después de su implantación, el sistema acumula críticas por parte de organizaciones ecologistas, que lo consideran poco riguroso y engañoso para el consumidor.
El problema es que estas etiquetas, que condicionan tanto el acceso a las ciudades como el bolsillo del conductor, han terminado siendo un instrumento favorable a los fabricantes de automóviles. Hoy, muchos modelos de gran tamaño y consumo presumen de distintivo ECO o incluso Cero Emisiones, aunque en la práctica generen una huella de carbono nada despreciable.
3Los ecologistas alzan la voz contra la DGT

Greenpeace, Ecologistas en Acción, Transport & Environment y otras organizaciones llevan años denunciando lo que llaman “greenwashing de la DGT”. Argumentan que el sistema actual no mide lo verdaderamente relevante: las emisiones de CO2 en uso real. Mientras en países como Francia o Alemania el dióxido de carbono ya forma parte del criterio, en España la clasificación sigue atada a normas Euro y tipos de propulsión, lo que abre la puerta a distorsiones.
En varias ocasiones, estas entidades han remitido propuestas al Ministerio del Interior para rediseñar el etiquetado de la DGT, introduciendo una nueva escala que distinga a los coches de combustión más eficientes y rebaje el estatus de tecnologías que hoy disfrutan de ventajas injustificadas. Sin embargo, hasta ahora no han recibido respuesta oficial.