La clasificación ambiental de la DGT nació con un objetivo claro: discriminar positivamente a los vehículos más limpios y ayudar a los ayuntamientos a gestionar las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Sin embargo, casi una década después de su implantación, el sistema acumula críticas por parte de organizaciones ecologistas, que lo consideran poco riguroso y engañoso para el consumidor.
El problema es que estas etiquetas, que condicionan tanto el acceso a las ciudades como el bolsillo del conductor, han terminado siendo un instrumento favorable a los fabricantes de automóviles. Hoy, muchos modelos de gran tamaño y consumo presumen de distintivo ECO o incluso Cero Emisiones, aunque en la práctica generen una huella de carbono nada despreciable.
2Cero emisiones… pero con escape

El caso de la etiqueta Cero de la DGT es aún más polémico. Este distintivo se pensó para eléctricos puros y de hidrógeno, vehículos realmente libres de emisiones locales. Sin embargo, los híbridos enchufables también disfrutan de este privilegio si cuentan con más de 40 kilómetros de autonomía en modo eléctrico.
El problema es que la mayoría de usuarios no recarga sus coches con la frecuencia necesaria. Según estudios de la consultora RSE, estos modelos circulan aproximadamente la mitad del tiempo con el motor de combustión, generando más emisiones que un turismo convencional. Es decir: hay coches con pegatina Cero que, en condiciones reales, pueden contaminar más que un diésel moderno.