En plena carrera hacia la descarbonización del transporte, cada comunidad autónoma en España está marcando su propio ritmo. Algunas van con cautela, otras con impulso moderado… y luego está Cantabria. Esta pequeña comunidad del norte se ha convertido, casi sin hacer ruido, en una de las regiones que más está presionando —y subvencionando— para que sus ciudadanos abandonen los vehículos de combustión y se pasen al coche eléctrico.
Con el anuncio reciente de una nueva ampliación del presupuesto para el IV Plan Renove de vehículos, Cantabria ha vuelto a poner el foco en una estrategia que, según algunos expertos, roza el intervencionismo. Y aunque está respaldada por argumentos de sostenibilidad, seguridad y empleo, lo cierto es que el aumento de más de 800.000 euros en incentivos no deja indiferente a nadie.
3El plan renove como motor económico (y político)
Desde el punto de vista de la administración, la apuesta es clara: impulsar el coche eléctrico como símbolo de modernidad, desarrollo y sostenibilidad. Marta Blázquez, presidenta de Faconauto, lo expresa sin rodeos: “Es una clara señal de apoyo a una industria clave para la economía regional”. La estrategia es también política. Presentar a Cantabria como una región puntera en movilidad sostenible tiene un impacto positivo de cara a Bruselas, al reparto de fondos europeos y a la imagen institucional.
No obstante, este tipo de medidas generan debate sobre el uso de dinero público. ¿Es adecuado destinar tantos millones a la compra de coches privados, en lugar de mejorar el transporte público, ampliar las redes de recarga o fomentar la movilidad compartida? Muchos expertos creen que el modelo de incentivos debe ser más equilibrado, para que el cambio de modelo no solo beneficie a quienes compran coches nuevos.
