Jim Farley, CEO de Ford, no suele andarse con rodeos. Cuando algo le quita el sueño, investiga hasta el último detalle. El fabricante chino BYD ha pasado en poco tiempo de ser un gran desconocido en Occidente al mayor productor de vehículos eléctricos del mundo. En Ford desmontaron uno de sus coches tornillo a tornillo para descubrir la razón; y lo que encontraron les ha obligado a replantearse su estrategia industrial.
La confesión de Farley impactó con fuerza en el sector del automóvil. Lo que descubrieron no fue precisamente tranquilizador. En lugar de encontrar una tecnología compleja y costosa, los chicos de Ford dieron con una ingeniería eficiente, austera y extremadamente bien optimizada para la producción en masa. Un sistema tan afinado que les ha «roto los esquemas».
2La clave está en el interior del coche

Cuando el equipo de ingenieros de Ford empezó a desmantelar un eléctrico de BYD, se sorprendieron con la simplicidad y efectividad de su diseño. Estaba pensado para reducir costes, acelerar la producción y facilitar el mantenimiento; y todo ello sin comprometer ni la calidad ni el rendimiento. Un equilibrio que en el mundo del automóvil parecía imposible… hasta ahora.
Uno de los puntos clave era la batería. En BYD «desarrollan sus propias baterías» LFP (litio-ferrofosfato): una tecnología más barata que las convencionales de litio, pero con una vida útil muy larga y un coste de fabricación mucho menor. Ello les da una ventaja competitiva gigantesca, ya que no dependen de terceros ni de los altos costes asociados a proveedores externos.