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Con el Citroën Ami, por el Camino de Santiago

Si hubiera que adivinar una marca que se atreviera a recorrer el Camino de Santiago con un coche eléctrico con 75 kilómetros de autonomía, no hay muchas dudas sobre que la respuesta mayortoria sería Citroen. La firma francesa siempre ha tenido en su ADN alocadas aventuras que han dado como resultado gestas que ya han pasado a la historia del automóvil: el Crucero Negro, el Crucero Amarillo, la Ruta de la Seda… A esto se podría añadir el Camino de Santiago en un Citroën AMI, una aventura más modesta pero que en esencia tiene el mismo objetivo: demostrar que con un coche nada es imposible.

Y para demostrarlo ningún compañero mejor que el Citroën AMI, un vehículo que, por definición no es un coche sino un objeto de movilidad; cuyo hábitat natural es la ciudad -tiene limitado el acceso a vías de alta velocidad- y cuya autonomía de 75 kilómetros eléctricos no permite alardes excesivos.

Pues bien, con estos mimbres, en Citroën se han atrevido a recorrer los más de 750 kilómetros que separan Roncesavalles de Santiago de Compostela en este año Xacobeo. La ruta recorre el 'camino francés' y pasa por tierras, carreteras y caminos de Navarra, La Rioja, Castilla y León y finalmente Galicia. A Santiago de Compostela llega el AMI tras cubrir 23 etapas de unos 35 kilómetros cada una -aunque la realidad ha sido bastante diferente en mi caso- con 23 diferentes 'peregrinos' al volante del vehículos francés.

La etapa que me ha tocado cubrir unía la localidad riojana de Villafranca de Montes de Oca con Burgos. Nos citan en la capital castellana para llevarnos al punto de partida. Ahí nos espera el Citroën AMI, cargando en un enchufe convencional -una de las ventajas de su sencillez tecnológica, pues no es necesario ningún tipo de cargador especial.

40 kilómetros… a priori

A priori la ruta que vamos a cubrir rondará los 40-45 kilómetros, margen más que suficiente para los 75 de autonomía del AMI. Arrancamos, por tanto, y salimos de Villafranca de Montes de Oca por carreteras secundarias -además de no poder circular por autovía, preferimos no hacerlo por la N-I para disfrutar del paisaje en un entorno más agradable y relajado. El camino nos saca de la carretera y nos deposita en una pista, un entorno al que el AMI no se enfrenará, posiblemente, en toda su vida. Sin embargo, incluso de ese hostil hábitat sale airoso.

Como la velocidad máxima del coche es de 45 km/h, el tiempo pasa despacio y nos permite disfrutar del paisaje y el entorno. E ir con tiento en algunas zonas muy rotas del camino, para evitarle daños en los bajos del Citroën AMI. Si la comodidad -no tiene suspensiones- no es una de las virtudes del AMI, en este escenario todavía menos y la espalda sufre directamente los baches. Pero las aventuras son así y es uno de los peajes que hay que pagar.

El camino sigue, volvemos a carreteras convencionales, nuevamente caminos, pistas… La autonomía -habíamos empezado con 75 exactos- va bajando y Burgos sigue estando lejos. Parece qie Google Maps nos ha jugado alguna mala pasada porque hacemos un bucle y volvemos a cubrir unos kilómetros de recorrido por zonas que ya habíamos pasado. Pero por ahora, sin preocupación.

Por precaución y para conocer exactamente la situación, paramos y ponermos en el navegador una ruta directa a nuestro punto de destino: nos faltan 21 kilómetros y tenemos 29 de autonomía… La cosa se complica.

Toca, por tanto, afinar con el acelerador. Aprovechamos, a partir de entonces, todos los llanos y bajadas que encontramos para circular a vela, con la N -punto muerto- activada. La cosa va más o menos bien, pues mantenemos una autonomía unos 8-10 kilómetros superior al recorrido que nos falta. Hasta que a unos 8 kilómetros, una subida pronunciada y bastante larga nos deja con la lengua fuera. Se encienden las luces indicando parar a cargar porque la autonomía es mínima. Conseguimos coronar ese punto a 5 kilómetros de la llegada y con 7 de autonomía.

¿Llegaremos? Pues finalmente sí, porque a partir de ahí el perfil del recorrido es más bien descendente. Llegamos a Burgos y paramos el coche con solo tres kilómetros de autonomía restante; no se puede apurar más.

No tuvimos la precaución de apuntar los kilómetros con los que iniciamos el recorrido, pero haciendo el cálculo después, sobre el mapa, han sido 80 los que hemos realizado. Cinco más de la autonomía homologada. Un reto que el Citroën AMI, y un servidor, hemos conseguido a medias en una peregrinación diferente hacia Compostela.