La tasación de un coche es un trámite que tarde o temprano todos los conductores afrontan, ya sea para vender su vehículo, entregarlo como parte del pago de uno nuevo o simplemente conocer su valor real en el mercado. Y aunque muchas personas creen que este precio se determina únicamente por la marca, el modelo o el año, la realidad es mucho más compleja. Detrás de cada valoración hay un análisis minucioso en el que intervienen multitud de variables que pueden elevar —o reducir— de forma notable la cifra final.
Entender estos factores no solo permite anticiparse a lo que te ofrecerán en un concesionario o en una plataforma de compra, sino también optimizar algunos aspectos para sacar más dinero por tu vehículo. Incluso pequeñas mejoras pueden marcar la diferencia entre una oferta mediocre y una que realmente te compense. Por eso, conocer cómo funciona la tasación y cómo influir en ella es clave para cualquier conductor que quiera vender con inteligencia.
1La importancia de la antigüedad y el kilometraje
El primer elemento que estudia cualquier tasador es la antigüedad del vehículo. No es lo mismo un coche con tres años que uno con quince, incluso si ambos han sido cuidados con mimo. La depreciación natural afecta a todos los vehículos, y los tasadores manejan tablas y referencias para valorar cuánto pierde un coche cada año desde su matriculación. Este proceso es inevitable, pero conocerlo permite saber qué esperar y cuándo es mejor vender.
En paralelo, el kilometraje es una de las variables más determinantes. Un coche con pocos kilómetros transmite la idea de menor desgaste, mayor vida útil por delante y menos riesgo de averías futuras. De hecho, dos unidades iguales pueden tener diferencias de hasta varios miles de euros solo por esta cifra. Por eso, si estás pensando en vender tu coche y estás cerca de un número “redondo” —como 100.000 o 150.000 kilómetros—, a veces compensa adelantar la venta para evitar que ese salto psicológico afecte a tu tasación.








