No se ven demasiado, pero cada vez hay más. En lugar del clásico tapón negro de plástico que llevan la inmensa mayoría de coches cubriendo la válvula, algunos neumáticos llevan unos llamativos tapones de color verde. Puede que al principio pienses que se trata de una cuestión estética o una moda pasajera, como quien pone una pegatina en el parachoques.
Sin embargo, este tapón verde es en realidad un código que esconde un secreto sobre el mantenimiento del coche que podría interesarte mucho. Fede, experto en neumáticos, nos cuenta que la mayoría de conductores ignoran que dentro de esas ruedas no hay lo mismo que en las tuyas.
El código de los colores en las válvulas

Hablemos primero sobre qué es lo que solemos llevar en las ruedas. Cuando vas a la gasolinera de tu barrio, echas una moneda y conectas la manguera a la válvula, estás introduciendo aire comprimido, el aire normal que respiramos. Aproximadamente el 78 por ciento es nitrógeno, el 21 por ciento es oxígeno y el resto es una mezcla de otros gases y vapor de agua.
Fede nos explica que los tapones verdes indican que esa mezcla ha sido alterada y que ese neumático se ha inflado con nitrógeno. No es aire de gasolinera, sino un gas tratado para eliminar la mayor parte del oxígeno y, sobre todo, la humedad.
De hecho, aunque el verde es el color más extendido y reconocido para el nitrógeno, en el mundo de la automoción existen otros colores con significados específicos, aunque son mucho más raros de ver en turismos de calle. Por ejemplo, a veces se usan tapones rojos o amarillos para advertir de peligros o gases específicos en transporte pesado, pero el verde se ha estandarizado para decir que ahí dentro hay nitrógeno puro.
La ciencia detrás de la carga de nitrógeno

Puede que te preguntes por qué alguien se molestaría en quitar el aire normal para meter solo nitrógeno en los neumáticos. La respuesta tiene que ver con la física más elemental.
Imagina que el neumático es como una red de tenis y el aire son pelotas que intentan escapar a través de ella. Las moléculas de oxígeno son pequeñas y nerviosas, por lo que encuentran con cierta facilidad los microporos del caucho para salir al exterior. Por eso, con el paso de las semanas, tus ruedas pierden presión de forma natural aunque no tengas ningún pinchazo. Es un proceso físico inevitable llamado permeabilidad.
Sin embargo, las moléculas de nitrógeno son más grandes y menos inquietas que las de oxígeno. Al ser más voluminosas, les cuesta más atravesar las paredes de goma del neumático.
Esta es la primera y gran ventaja que buscan los conductores que llevan los tapones verdes: la estabilidad. Un neumático inflado con nitrógeno mantiene la presión correcta durante mucho más tiempo que uno inflado con aire convencional.
Pero hay otro factor que Fede considera incluso más importante que la presión y del que casi nadie habla. El aire de las gasolineras, sobre todo esos compresores antiguos que no tienen un buen mantenimiento, suele tener una cantidad considerable de humedad. Cuando inyectas aire húmedo dentro de la rueda, estás haciendo que la corrosión se instale en tu llanta y en los cinturones de acero que dan estructura al neumático desde dentro.
Además, el oxígeno es un gas que oxida el caucho, haciéndolo más rígido y quebradizo con el paso de los años. El nitrógeno, en cambio, es un gas inerte, seco y frío que no reacciona con los materiales del neumático. Al inflarlo con nitrógeno, estás protegiendo el interior de la llanta contra el óxido y alargando la vida útil de la goma porque evitas que se degrade desde el interior.
La razón por la que los neumáticos de Fórmula 1 lo usan

Seguro que alguna vez has escuchado que los coches de carreras o los aviones utilizan nitrógeno en sus ruedas. Fede nos confirma que esto es cierto, y tiene una explicación que afecta a tu seguridad, aunque no vayas a 300 kilómetros por hora.
El aire normal es muy sensible a los cambios de temperatura. Cuando hace calor o ruedas rápido por autopista, el aire se expande y la presión sube. Cuando hace frío o el coche está parado, la presión baja. Estas fluctuaciones constantes hacen que el neumático no siempre pise el asfalto de la forma óptima para la que fue diseñado.
El nitrógeno es mucho más estable ante los cambios de temperatura. Apenas se expande con el calor ni se contrae con el frío. Esto significa que, si sales de viaje en pleno agosto con el coche cargado, la presión de tus neumáticos se mantendrá constante, evitando el sobrecalentamiento excesivo que es la causa principal de reventones en carretera.
Para un piloto de Fórmula 1, esto es vital para el agarre en curva. Para ti, que llevas a tu familia de vacaciones, significa una conducción más segura y predecible, reduciendo el riesgo de sufrir un incidente por un neumático que se calienta demasiado.
¿Merece la pena para un conductor normal?

Fede es muy honesto respecto a esta cuestión. Si usas el coche sobre todo para trayectos cortos por ciudad, vas a notar poca diferencia. Las velocidades son bajas y los neumáticos no se calientan tanto como para que la estabilidad térmica del nitrógeno sea determinante. En este caso, pagar un extra puede que no te compense demasiado, salvo por la comodidad de tener que revisar la presión con menos frecuencia.
Pero si eres de los que hace muchos kilómetros por autopista, viajas con carga o tienes un deportivo con el que te gusta disfrutar de la conducción, el nitrógeno es una inversión recomendable. La estabilidad en la presión se traduce en un desgaste más uniforme del dibujo de la rueda, lo que hace que los neumáticos duren más kilómetros. Además, aunque el ahorro de combustible directo por usar nitrógeno es un mito, sí hay un ahorro indirecto porque al mantener la presión correcta durante más tiempo, el coche rueda mejor y consume menos que si llevaras las ruedas con falta de aire, algo que pasa muy a menudo con el aire convencional.








