La Unión Europea está pisando el acelerador hacia la movilidad sin emisiones, y lo está haciendo con una decisión que ya hace temblar los bolsillos de millones de conductores. Bruselas prepara un nuevo impuesto que afectará directamente al precio de la gasolina y el diésel a partir de 2027. El objetivo: reducir el uso de combustibles fósiles y empujar con contundencia hacia los vehículos eléctricos.
El problema es que esa estrategia llega en un momento delicado. En España, la edad media del parque automovilístico supera los 14 años y la electrificación avanza a un ritmo mucho más lento del deseado. La mayoría de conductores no pueden permitirse un coche nuevo, mucho menos uno eléctrico. En este contexto, la llegada de un impuesto que podría elevar los carburantes por encima de los 2 € el litro levanta una gran preocupación.
6¿Qué esperar de los próximos años?
Los próximos pasos serán clave. El mercado del CO2, las tensiones geopolíticas y el ritmo de adopción del coche eléctrico determinarán si el precio del combustible escala hasta los niveles previstos. Los expertos coinciden: la tendencia es ascendente. La pregunta ya no es si subirá el precio, sino cuánto. Quienes dependan del coche para trabajar o desplazarse, deberán anticiparse y planificar cómo minimizar el impacto del impuesto.
La industria también deberá reaccionar. Fabricantes, concesionarios y distribuidores afrontan una transformación que exige inversión, adaptación y estrategia. El impuesto del carbono no será un detalle menor, sino un punto de inflexión que puede redefinir la movilidad europea. Los conductores deberán estar informados y preparados. El escenario que se aproxima no deja margen a la improvisación.








