La Unión Europea está pisando el acelerador hacia la movilidad sin emisiones, y lo está haciendo con una decisión que ya hace temblar los bolsillos de millones de conductores. Bruselas prepara un nuevo impuesto que afectará directamente al precio de la gasolina y el diésel a partir de 2027. El objetivo: reducir el uso de combustibles fósiles y empujar con contundencia hacia los vehículos eléctricos.
El problema es que esa estrategia llega en un momento delicado. En España, la edad media del parque automovilístico supera los 14 años y la electrificación avanza a un ritmo mucho más lento del deseado. La mayoría de conductores no pueden permitirse un coche nuevo, mucho menos uno eléctrico. En este contexto, la llegada de un impuesto que podría elevar los carburantes por encima de los 2 € el litro levanta una gran preocupación.
5Lo que intenta Bruselas con este impuesto
El propósito es forzar el cambio. Bruselas quiere que la movilidad eléctrica sea la opción dominante. Para 2035, está prevista la prohibición de venta de vehículos de combustión. La idea es que los carburantes sean progresivamente más caros y la electricidad, gestionada desde fuentes renovables, resulte más atractiva y menos costosa.
Europa busca reducir las emisiones de CO2 de manera drástica. Quiere marcar el ritmo de la descarbonización mundial y necesita medidas contundentes. Aunque lógico desde la perspectiva medioambiental, la gran pregunta es si la población estará preparada económica y estructuralmente para asumir el cambio.








