Existe una costumbre muy fácil de poner en práctica que muchos conductores olvidan y que, sin darte cuenta, podría hacer que tu coche esté gastando mucha más gasolina de la que debería. Es un detalle tan pequeño que casi nadie le presta atención, pero, si lo ignoras, podrías estar pagando incluso el doble en la gasolinera.
No se trata de una avería complicada, ni de una pieza carísima que tengas que cambiar. Es algo que está relacionado con el estado de las ruedas de tu coche que hace que vayas como si llevaras el freno de mano un poco puesto todo el tiempo.
La “gasolina invisible» que llevan tus neumáticos
Imagina que tu coche es un atleta y que los neumáticos son sus zapatillas. Si estas zapatillas no están bien atadas o tienen la suela blanda y pegajosa, el atleta tendrá que hacer un esfuerzo brutal para correr la misma distancia que si tuviera unas zapatillas perfectas.
En el mundo del motor, ese esfuerzo se llama resistencia a la rodadura. Es la fuerza que se opone a que la rueda gire con libertad sobre el asfalto. Cuanto mayor es esa resistencia, más tiene que trabajar el motor para mover el coche. Y cuando el motor trabaja más, necesita más gasolina.
Cuando un neumático tiene la presión baja, ocurre algo muy simple. La rueda se achata más por la parte que toca el suelo, como si fuera un chicle, y al hacerlo, hay mucha más goma tocando el asfalto de lo que debería.
Al haber más superficie de contacto, hay más rozamiento y más fricción. Para vencer esa fricción extra en las cuatro ruedas, el motor tiene que inyectar más combustible para generar la potencia necesaria.
Expertos como el IDAE confirman que una reducción de solo 0,3 bares puede aumentar tu consumo entre un 3% y un 5%. Ahora, piensa si llevas los cuatro neumáticos bajos y con una diferencia de presión mucho mayor. No es raro que, en casos extremos, este sobreesfuerzo llegue a duplicar el gasto.
El peligro de circular con la presión baja
Pero una presión inadecuada no solo te roba el dinero del depósito, sino que también quita seguridad en la carretera. Cuando la presión es baja, el neumático se apoya más por los bordes que por el centro.
El resultado es un desgaste desigual y una menor vida útil, por lo que tendrás que cambiar las ruedas mucho antes de lo que toca, otro gasto innecesario. Además, cuando el dibujo se borra de los lados, el agarre en curvas y, sobre todo, sobre mojado, se reduce drásticamente.
Si, por el contrario, la presión es demasiado alta, ocurre justo lo contrario: la rueda se hincha mucho, solo toca el suelo por el centro, el desgaste se concentra ahí, y la superficie real de agarre se vuelve muy pequeña. Esto hace que el coche rebote más y pierda tracción, sobre todo al frenar o en las curvas.
Cómo comprobar y corregir la presión
La presión exacta no es algo que haya que adivinar. El fabricante de tu coche te la apunta para que la conozcas. Búscala en uno de estos tres sitios:
- En el marco de la puerta del conductor: Suele ser la ubicación más común. Mira bien al abrir la puerta.
- En la tapa interior del depósito de combustible.
- En el manual de instrucciones del vehículo.
Esta tabla te indicará dos presiones: una para cuando el coche va ligero, con una o dos personas y poco o ningún equipaje, y otra para cuando va cargado durante un viaje largo, con maletas, la familia entera, etc.
Lo ideal es que revises la presión una vez al mes, y siempre antes de un viaje largo o antes de cargar el coche con mucho peso. Si vas a subir las maletas para ir de vacaciones, asegúrate de poner la presión de mayor carga para que el coche vaya seguro y gaste menos.
La próxima vez que pases por la gasolinera, no pienses solo en llenar el depósito. Dedica un minuto a revisar la presión de tus neumáticos. Es una acción de seguridad activa que alarga la vida de tus ruedas y, sobre todo, evita que tu coche gaste demasiada gasolina.
