Has pasado horas navegando por páginas de segunda mano. De repente, ahí está: el coche de tus sueños, un modelo que en España tiene un precio desorbitado, pero que en un portal de Inglaterra parece una auténtica ganga. Haces la conversión de libras a euros y tus ojos se abren como platos. ¡Es un chollo!
Pero, ¿lo es de verdad? Antes de que te lances a reservar un vuelo a Inglaterra para comprar tu coche, hay que parar y pensarlo muy bien. Como destaca Toni, mecánico profesional, ese precio tan bueno esconde una montaña de gastos, papeleo y quebraderos de cabeza que puede llegar a hacer que al final cueste más del doble.
El chollo encontrado en Inglaterra que no lo es tanto

La tentación es comprensible. El mercado de segunda mano en Reino Unido es enorme y muy dinámico. Hay una cultura del automóvil muy arraigada, lo que se traduce en una gran oferta de modelos deportivos, clásicos o versiones con motores y acabados que aquí son difíciles de encontrar.
Los precios a simple vista son mucho más bajos que en España para vehículos equivalentes. Pero el primer detalle que todos conocemos es, por supuesto, el volante. Está en el lado derecho, algo que ya nos da una pista de que ese coche fue fabricado para un mundo diferente, con unas normas diferentes. Y es en esas diferencias donde se empiezan a sumar euros a la factura final, convirtiendo el sueño en una pesadilla si no sabes a lo que te enfrentas.
La gente solo ve el precio de venta», nos cuenta Toni. «Piensan que es solo comprarlo, coger un ferry y echar a correr. Pero desde el Brexit, traer un coche de Inglaterra es como traerlo de Japón o de Estados Unidos. Es una importación extracomunitaria, y eso significa pasar por caja una y otra vez». Para entenderlo mejor, Toni nos ayuda a desglosar este laberinto de costes.
Lo primero es obvio: tienes que traer el coche a España. Aquí tienes dos caminos. El primero es el aventurero: te coges un vuelo a Inglaterra, compras el coche y te lo traes conduciendo. Suena a película, pero suma gastos: el vuelo de ida, el seguro temporal que necesitas para circular (el seguro español no te cubrirá un coche con matrícula extranjera a tu nombre), el combustible, los peajes y, cómo no, el billete del ferry o del Eurotúnel para cruzar el Canal de la Mancha. Dependiendo de la distancia, esta opción no bajará de los 500 o 600 euros, sin contar las posibles noches de hotel.
La segunda opción es contratar una empresa de transporte. Es más cómodo, pero no necesariamente más barato. Un servicio de grúa o camión portacoches desde una ciudad inglesa hasta España puede oscilar entre los 800 y los 1.500 euros, dependiendo de la compañía, el tipo de coche y los seguros contratados. Ya empezamos a sumar.
El sablazo de la aduana por el Brexit

Aquí es donde la cosa se pone seria y donde el precio empieza a dispararse. Desde que Reino Unido abandonó la Unión Europea, cualquier coche que entra desde allí es tratado como una mercancía de un país tercero. Esto activa tres pagos ineludibles en la aduana española.
Primero, los aranceles. Por norma general, se aplica un 10% sobre el valor del coche. Si el coche te costó, por ejemplo, 10.000 euros, ya tienes que sumar otros 1.000 euros solo por este concepto.
Segundo, el IVA. Una vez pagas los aranceles, sobre esa nueva base tienes que aplicar el 21%. Siguiendo el ejemplo anterior, sería el 21% de 11.000 euros, lo que supone otros 2.310 euros. De repente, tu coche de 10.000 euros ya va por 13.310 euros, y todavía no ha pisado un taller español ni la DGT sabe que existe.
Tercero, el DUA (Documento Único Administrativo). Este es el trámite que realiza un agente de aduanas para despachar el vehículo. Este servicio no es gratis, y suele costar entre 150 y 300 euros.
Tu coche ya está en España, pero a nivel legal sigue siendo un vehículo extranjero. No puedes matricularlo tal cual. Necesita una homologación para certificar que cumple con las normativas europeas y españolas.
Si tienes suerte, el coche tendrá un Certificado de Conformidad (CoC) europeo. Pero Toni nos advierte: «Muchos coches fabricados para el mercado británico tienen especificaciones propias, y no cuentan con un CoC válido para toda Europa. Si no tienes ese papel, necesitas una homologación individual. Esto implica contratar a un ingeniero o un laboratorio técnico para que elabore una Ficha Técnica Reducida, un documento que certifica las características del vehículo y su idoneidad para circular aquí. Este informe técnico puede costarte entre 800 y 1.500 euros, dependiendo de la complejidad del vehículo.
Con ese informe bajo el brazo, tienes que ir a una estación de ITV específica para vehículos de importación. Es una inspección mucho más exhaustiva que la habitual y su coste también es superior, rondando los 150-200 euros.
Además, el coche inglés no solo tiene el volante en el otro lado, está diseñado para circular por la izquierda. Esto implica realizar cambios físicos obligatorios para pasar la ITV. El más importante es el de los faros delanteros. Las luces de un coche de Inglaterra están diseñadas para iluminar más el lado izquierdo de la calzada. En España, eso deslumbraría a los coches que vienen de frente. No vale con poner una pegatina. Hay que cambiar los faros completos. Dependiendo del modelo, si es un coche moderno con tecnología LED o Xenón, cambiar la pareja de faros puede costar desde 400 euros hasta más de 2.000 euros.
Otro cambio frecuente es la luz antiniebla trasera. En Inglaterra suele estar en el lado derecho. La normativa española obliga a que esté en el lado izquierdo o en el centro. Esto puede implicar cambiar el piloto trasero o hacer una adaptación en el cableado, lo que suma más dinero a la factura del taller.
La recta final, matricularlo en España

Cuando por fin tienes el coche adaptado y con la ficha técnica española sellada por la ITV, llega el último tramo de esta carrera de obstáculos burocráticos y económicos.
El impuesto que más puede doler y que muchos olvidan calcular es el Impuesto de Matriculación. Se paga una sola vez y se calcula en base a las emisiones de CO₂ oficiales del vehículo. Los tramos son porcentajes sobre el valor neto del coche:
- Menos de 120 g/km: 0%
- Entre 121 y 159 g/km: 4,75%
- Entre 160 y 199 g/km: 9,75%
- Más de 200 g/km: 14,75%
Muchos de los coches «chollo» son deportivos o modelos antiguos con motores grandes y, por tanto, con emisiones altas. Un impuesto del 9,75% o del 14,75% sobre el valor del coche puede suponer un desembolso de miles de euros.
Para terminar, queda pagar la tasa de matriculación en la Dirección General de Tráfico, que ronda los 100 euros, y comprar las placas de matrícula, que son unos 20-30 euros. Por último, tendrás que pagar el Impuesto de Circulación en el ayuntamiento donde estés empadronado, cuyo coste varía según el municipio y la potencia fiscal del vehículo.
Hagamos un cálculo rápido con nuestro coche de 10.000 euros.
- Precio de compra: 10.000 €
- Transporte: 1.000 €
- Arancel (10%): 1.000 €
- IVA (21% sobre 11.000€): 2.310 €
- DUA: 200 €
- Ficha técnica reducida: 1.000 €
- ITV de importación: 150 €
- Cambio de faros y antiniebla: 800 € (siendo optimistas)
- Impuesto de Matriculación (pongamos un 9,75%): 975 €
- Tasas DGT y placas: 130 €
- Coste total aproximado: 17.565 €
Tu coche «chollo» de 10.000 euros se ha convertido en uno de casi 18.000 euros, sin contar los viajes, el tiempo invertido y los posibles imprevistos. «Solo merece la pena para un coche muy, muy específico», concluye Toni. «Un clásico raro, un modelo de edición limitada que no se vendió aquí… Para un coche normal, un diésel o gasolina que puedes encontrar en el mercado europeo, es un suicidio económico y un dolor de cabeza garantizado».