Cada invierno, cuando bajan las temperaturas y aparecen las primeras heladas que afectan a los coches, las carreteras se llenan de una sustancia tan común como efectiva: la sal. A simple vista parece inofensiva, casi invisible cuando se disuelve, pero cumple una función clave para la seguridad vial. Gracias a ella —y a sus variantes— miles de kilómetros de asfalto evitan convertirse en auténticas pistas de hielo durante las madrugadas más frías.
Sin embargo, lo que es un aliado imprescindible para la circulación se convierte en un enemigo silencioso para tu coche. Restos de sal, cloruro cálcico o salmuera se adhieren a la carrocería, los bajos y los componentes mecánicos sin que apenas lo notemos. Y ahí empieza un problema que muchos conductores ignoran hasta que el daño ya está hecho.
3El gran olvidado: los bajos del coche
La mayoría de conductores lava su coche pensando solo en la carrocería. Sin embargo, el verdadero campo de batalla está debajo. Los bajos del coche son los grandes olvidados y, al mismo tiempo, los más expuestos a la sal y a la salmuera. Ahí se concentran elementos clave como el chasis, los brazos de suspensión o las líneas de freno.
Si la sal permanece durante semanas o meses, el deterioro se acelera. Incluso componentes protegidos por plásticos o cubiertas pueden acabar sufriendo si la humedad y la sal se cuelan por pequeñas rendijas. Por eso, tras circular por carreteras heladas, es fundamental lavar los bajos del coche, algo que no todos los túneles de lavado hacen correctamente.








