La movilidad urbana en España está viviendo una auténtica revolución. La Ley de Cambio Climático y Transición Energética, junto con el Real Decreto 1052/2022, ha marcado un antes y un después en la gestión del tráfico, la calidad del aire y el diseño de las ciudades. Ambas normativas han hecho que los municipios con más de 50.000 habitantes estén obligados a implantar una ZBE (Zona de Bajas Emisiones), una medida que pretende reducir los niveles de contaminación atmosférica y mejorar la salud pública.
Sin embargo, la realidad muestra un panorama desigual. Mientras ciudades como Madrid o Barcelona ya cuentan con sistemas consolidados y controles automatizados, otras urbes todavía están en una fase de planificación o implementación parcial. Según el visor oficial del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), muchas de las localidades obligadas por ley aún no han logrado tener una zona completamente operativa. Este retraso plantea un reto importante: ¿están nuestras ciudades preparadas para cumplir con los objetivos europeos de descarbonización antes de 2030?
1Las ZBE: una herramienta clave contra la contaminación urbana

Las Zonas de Bajas Emisiones nacen como respuesta directa al grave problema de la contaminación del aire, que según la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) provoca más de 20.000 muertes prematuras cada año solo en España. Estas zonas limitan o restringen la circulación de vehículos más contaminantes, priorizando los que disponen de etiquetas ambientales de la DGT o son de cero emisiones.
Pero las ZBE no son solo una barrera para ciertos coches: son una herramienta de planificación urbana. Al reducir el tráfico de vehículos contaminantes, se mejora la calidad del aire, se reduce el ruido y se impulsa el transporte público y la movilidad sostenible. La experiencia de ciudades como Madrid o Barcelona demuestra que, bien gestionadas, las ZBE no solo son efectivas desde el punto de vista ambiental, sino también social y económico.