Cuando llegas a tu coche en invierno, con una helada impresionante cayendo sobre la ciudad, arrancas y pones la calefacción al máximo esperando que salga de inmediato un chorro de aire caliente. Pero pasan los minutos y el aire sigue saliendo frío, o sale caliente pero acompañado de un olor extraño que te obliga a abrir la ventanilla.
¿Sabías que la mayoría de conductores estropean su sistema de climatización sin darse cuenta por cometer un error muy básico cada mañana? Sigue leyendo, porque esta información no solo te mantendrá caliente, sino que evitará que tengas que ir al taller antes de tiempo.
No seas impaciente con la calefacción en invierno

Emilio, técnico de referencia, insiste mucho en este punto. El error más común que cometes es encender la calefacción a la máxima potencia nada más arrancar el motor en una mañana fría. Tienes que pensar que, si el coche lleva toda la noche parado, el líquido refrigerante está tan frío como el ambiente.
Si enciendes el sistema al máximo nada más arrancar, lo estás forzando a mover aire frío sobre un radiador que todavía está helado. Esto no solo retrasa el calentamiento del habitáculo, sino que hace que el motor tarde más en alcanzar su temperatura óptima de funcionamiento. Lo ideal es que arranques, esperes unos minutos para que la temperatura del motor empiece a subir y entonces actives la calefacción de forma progresiva, sin someter al sistema a un estrés innecesario desde el primer momento.
Muchos conductores se olvidan de revisar el líquido refrigerante hasta que ven humo saliendo del capó o hasta que se dan cuenta de que la calefacción no calienta nada. Debes revisar el nivel del vaso de expansión con regularidad.
Además del nivel, el estado del líquido es fundamental. Con el tiempo pierde sus propiedades y se ensucia. Si ves que tiene un color marrón o turbio en lugar de su color rosa o verde brillante original, es hora de cambiarlo. Un líquido en mal estado puede obstruir los conductos internos del radiador de la calefacción, haciendo que deje de funcionar. Mantener este líquido limpio y a nivel es la forma más barata de asegurar que tendrás calor durante todo el invierno.
El filtro del habitáculo, un gran olvidado

El filtro del habitáculo es el responsable directo de la calidad del aire que respiras y de la fuerza con la que sale el chorro de calefacción. Su misión es atrapar polvo, suciedad, hojas secas y partículas contaminantes antes de que entren en el interior del coche. Con el uso, este filtro se va taponando como si fuera la bolsa de una aspiradora llena.
Cuando el filtro está obstruido, ocurren dos cosas muy desagradables. La primera es que el caudal de aire disminuye drásticamente. Puedes poner el ventilador al máximo y notarás que apenas sale una brisa débil y ruidosa. La segunda consecuencia es el mal olor y la aparición de bacterias. Un filtro sucio acumula humedad y se convierte en el hogar perfecto para hongos y moho. Si al encender la calefacción notas olor a humedad, es una señal inequívoca de que necesitas cambiar ese filtro de inmediato. Es una operación sencilla y barata que transforma por completo la experiencia de conducción en invierno.
Puede que te parezca una contradicción, pero el sistema de aire acondicionado es el mejor aliado de tu calefacción en invierno. Muchos conductores apagan el botón del aire acondicionado en cuanto llega el otoño y no lo vuelven a tocar hasta junio, pero esto es un error.
El aire acondicionado no solo enfría, sino que sobre todo deshumidifica el aire. En invierno, cuando entras al coche con el abrigo mojado o respiras en un ambiente frío, los cristales se empañan muy deprisa. Si pones la calefacción junto con el aire acondicionado, saldrá caliente pero seco, y desempañará los cristales en cuestión de segundos, mucho más rápido que si usas solo aire caliente.
Entradas de aire exterior y termostato

A menudo nos centramos tanto en la mecánica interna que olvidamos lo más obvio. El aire que entra en tu coche lo hace a través de unas rejillas situadas en la base del parabrisas. En otoño e invierno, es muy habitual que esa zona se llene de hojas secas, agujas de pino o incluso barro.
Si esas entradas están bloqueadas, el sistema de calefacción tendrá que hacer un sobreesfuerzo para aspirar el aire. Esto fuerza el motor del ventilador y puede llegar a quemarlo. Además, esa materia orgánica en descomposición retiene mucha humedad, lo que favorece que se empañen los cristales. Acostúmbrate a echar un vistazo a esa zona cada vez que vayas a coger el coche y retira con la mano las hojas acumuladas. Es un gesto que dura cinco segundos, gratis y previene problemas que luego te costarían mucho dinero solucionar en un taller.
Además, hay una pieza pequeña y barata que controla todo el sistema térmico de tu coche: el termostato. En invierno, si se queda abierto por una avería, el motor nunca alcanzará su temperatura ideal porque el líquido estará enfriándose constantemente con el aire de la carretera.
Lo notarás porque la calefacción no llegará a calentar del todo, saliendo aire templado en el mejor de los casos. Además, circular con el motor siempre frío aumenta el consumo de combustible y el desgaste de las piezas internas. Si notas que la aguja de la temperatura baja cuando sales a la autovía o que la calefacción pierde fuerza en carretera abierta, es muy probable que el termostato esté fallando. Cambiarlo a tiempo evitará males mayores.
La prevención y la observación son las herramientas más potentes que tienes para que este invierno tu coche sea un refugio cálido y seguro.








