Durante años, los badenes tradicionales —también llamados lomos de burro o reductores de velocidad— han sido uno de los elementos más discutidos del mobiliario urbano. Son odiados por muchos conductores, tolerados por otros y, en algunos casos, incluso temidos por aquellos que conducen vehículos con suspensión baja. Sin embargo, pese a su impopularidad, su función es indiscutible: obligar a reducir la velocidad en zonas críticas y evitar accidentes.
Pero los tiempos cambian. Con la irrupción de nuevas tecnologías aplicadas al tráfico urbano y la movilidad sostenible, ha llegado el momento de reinventar hasta los elementos más simples del asfalto. En ese contexto aparecen los badenes inteligentes, una evolución que promete transformar las calles de nuestras ciudades y hacer que solo los infractores “paguen las consecuencias”.
2Los beneficios de los badenes inteligentes frente a los tradicionales
El baden inteligente corrige uno de los grandes problemas de los reductores clásicos: el castigo indiscriminado. Con los badenes convencionales, todos los vehículos sufren el impacto, incluso los que circulan correctamente. Esto no solo genera incomodidad, sino también daños acumulativos en suspensiones, neumáticos y chasis, especialmente en vehículos con gran carga o baja altura.
Con los nuevos modelos inteligentes, el castigo desaparece para quienes cumplen la norma. Esto mejora el confort de conducción, reduce el consumo de combustible (al evitar frenazos y acelerones innecesarios) y disminuye el nivel de ruido y contaminación en entornos urbanos. Según datos aportados por pruebas piloto, los coches que respetaban la velocidad pasaban por el badén sin apenas notar el resalto, mientras que los infractores recibían una respuesta firme y contundente.








