Durante años, los badenes tradicionales —también llamados lomos de burro o reductores de velocidad— han sido uno de los elementos más discutidos del mobiliario urbano. Son odiados por muchos conductores, tolerados por otros y, en algunos casos, incluso temidos por aquellos que conducen vehículos con suspensión baja. Sin embargo, pese a su impopularidad, su función es indiscutible: obligar a reducir la velocidad en zonas críticas y evitar accidentes.
Pero los tiempos cambian. Con la irrupción de nuevas tecnologías aplicadas al tráfico urbano y la movilidad sostenible, ha llegado el momento de reinventar hasta los elementos más simples del asfalto. En ese contexto aparecen los badenes inteligentes, una evolución que promete transformar las calles de nuestras ciudades y hacer que solo los infractores “paguen las consecuencias”.
1Cómo funciona realmente un badén inteligente
Lejos de ser un mero obstáculo físico, el badén inteligente es una pieza de ingeniería que combina mecánica, hidráulica y física de materiales. Uno de los modelos más destacados es el Badén Inteligente de Velocidad (BIV), desarrollado en España por la empresa Novatecnic y premiado por la Dirección General de Tráfico (DGT) por su innovación.
Su funcionamiento se basa en un fluido no newtoniano: un líquido que cambia de comportamiento según la fuerza o presión que recibe. Cuando un coche pasa a la velocidad permitida, el líquido se mantiene fluido y el vehículo apenas nota el badén. Pero si el conductor se excede del límite, el fluido se endurece de forma instantánea, convirtiendo el tramo en un obstáculo rígido que provoca un golpe seco y obliga a reducir la velocidad.








