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Alpine A110 Pure y LĂ©gende. Conducimos lo Ășltimo de Alpine

Si queremos un A110 que respete al måximo la filosofía del A110 Berlinette que en 1973 ganó el Rally de Montecarlo, nuestra elección debe ser la nueva versión Pure, que prima la conducción y la ligereza con detalles técnicos tan exclusivos como unos asientos baquet Sabelt con un peso de sólo 13,1 kilos o unas llantas de aleación de diez radios y 17 pulgadas, asociados a las gomas delanteras de medida 205/45, y las 235/45 en el eje trasero. Ademås, las butacas estån tapizados en cuero y microfibra, y se combinan con un acabado interior que da protagonismo al carbono mate. Pero si preferimos un toque mås refinado y elegante, la versión Légende parece mås recomendable pues se distingue por sus confortables asientos con ajuste de seis vías, los tapizados en cuero (podemos elegir entre negro y marrón), su sistema de sonido Focal optimizado, los sensores de aparcamiento o la cåmara trasera. Y mientras que el habitåculo recibe acabados en fibra de carbono brillante, el exterior se personaliza con las llantas negras diamantadas brillantes de 18 pulgadas.

Dos variaciones sobre un mismo tema, porque en lo sustancial hablamos de un mismo coche, e incluso apreciaremos pocas diferencias respecto al PremiÚre Edition, cuyas 1.955 unidades (la cifra hace referencia al año de lanzamiento del primer Alpine) se agotaron en sólo cinco días. Nuestra cita con los A110 Pure y Légende comienza en Madrid, desde donde iniciaremos un corto pero intenso recorrido por el norte de la provincia buscando carreteras mås despejadas, esas åreas de montaña que inspiraron en su día a Jean Rédélé cuando buscaba un nombre para los coches que pensaba crear a partir de los modelos de Renault que vendía el concesionario de su padre.

4.100 euros de diferencia entre ambos

El Pure, 4.100 euros mĂĄs barato que su hermano pero con opciones que permiten personalizar su dotaciĂłn (sensores de aparcamiento, neumĂĄticos 205/40 R18 delante y 235/40 detrĂĄs, pedales de aluminio o sistema de sonido Focal, entre otros), se acerca mĂĄs al espĂ­ritu de los pioneros Alpine, y aunque no puede hablarse de interior espartano sĂ­ se aprecia una atmĂłsfera mĂĄs racing. Para sentarse hay que acercar muchĂ­simo el culo al suelo, pero una vez acomodados los asientos muestran bastante confort y llevamos una postura idĂłnea, con las piernas bien estiradas y el volante en su sitio. Otra cosa distinta es la colocaciĂłn de la impedimenta, pues no hay guantera ni bolsas en las puertas, ni una simple red en el reverso de los respaldos o la pared que nos separa del vano motor. El Ășnico espacio medianamente Ăștil estĂĄ bajo la consola central, y al dejar ahĂ­ cartera y mĂłvil da la impresiĂłn de que irĂĄ todo al suelo en el primer tramo de curvas.

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Pulsamos el botón de arranque y el cuatro cilindros de 250 CV despierta tras nuestros asientos, pero su sonido llega bastante amortiguado y, al menos al ralentí, no incordia en absoluto. Graduamos los tres espejos exteriores (eléctricos los exteriores) y nos ponemos en marcha, llevåndonos una primera sorpresa: la dirección es suavísima. De hecho no nos cuadra en un modelo tan deportivo, y las sensaciones son radicalmente opuestas a las que transmite un Alfa Romeo 4C, que carece de servodirección y obliga a realizar mucha fuerza a coche parado; e incluso en marcha. ¿Qué con cuål nos quedamos? Evidentemente, con la dirección del Alpine A110, porque se lleva bien con el objetivo perseguido por los responsables de Renault: que el nuevo Alpine fuera un deportivo radical que pudiera ser usado todos los días, e incluso maniobrando por el centro de la ciudad.

Superada esa primera sorpresa (aunque suave, la direcciĂłn es muy directa y precisa), empezamos a acelerar despreocupados del cambio y de las levas, pues la transmisiĂłn automĂĄtica Getrag de doble embrague y siete velocidades va engranando marchas una tras otra, a buen ritmo y con bastante suavidad. SĂ­ apreciamos, curiosamente, que la asistencia de los frenos no es proporcional a la de la direcciĂłn, pues si esta es suave, el pedal de freno debe ser pisado con cierta potencia, y eso en ciudad o con un atasco en la autovĂ­a no es lo mĂĄs cĂłmodo.

Un comportamiento de primera

Ciudad, autopista… Son escenarios cotidianos donde el Alpine A110 Pure se desenvuelve con soltura, aunque ponemos rumbo por la A-6 en direcciĂłn a la Sierra de Guadarrama, un territorio donde este biplaza francĂ©s de 4,18 metros de largo, 1,80 de ancho y 1,25 de altura, y sĂłlo 1.098 kilos de peso (25 menos que la versiĂłn LĂ©gende) se siente como pez en el agua. Y no es que lo imaginemos, sino que lo sabemos porque en su dĂ­a ya pasĂł por nuestras manos la primera versiĂłn disponible. Abandonamos la vĂ­a rĂĄpida, donde hay conductores que aceleran su marcha para ver de cerca un coche que llama poderosamente la atenciĂłn, y entramos en sus dominios, carreteras de curvas y contracurvas que a veces se empinan y en ocasiones descienden. La direcciĂłn nos sigue pareciendo tan suave como al principio, pero basta con apuntar para que el coche pase, al milĂ­metro, por la trayectoria deseada. Y con una sensaciĂłn de confianza sensacional, pues al entrar en cada viraje el coche se apoya un pelĂ­n al principio y ya desarrolla toda la curva con una actitud tan noble como eficaz.

Como el ritmo se eleva y de curva a curva tardamos menos tiempo cada vez, pulsamos el botĂłn Sport que dinamiza la respuesta del coche: la del pedal acelerador, la del cambio DCT7… Y la direcciĂłn se torna algo mĂĄs firme, pero tampoco mucho. De hecho, asĂ­ de dura deberĂ­a ser en modo normal. AdemĂĄs, empezamos a usar las levas del cambio, de gran tamaño e instantĂĄnea respuesta, lo que aumenta la diversiĂłn en paralelo al incremento de la sonoridad mecĂĄnica, que jamĂĄs molesta. Y como conducimos de manera mĂĄs decidida, ya notamos menos la baja asistencia del pedal de freno, pues el coche frena de maravilla cuando buscamos los lĂ­mites: los cuatro discos ventilados de Brembo, de 296 milĂ­metros cada uno, cumplen muy bien su labor. Aunque si tenemos claro que el uso al que dedicaremos nuestro Alpine A110 serĂĄ arduo, podemos pedir un equipo aĂșn mĂĄs potente, con discos de 320 milĂ­metros.

Y ese tratamiento arduo puede incluir hasta unas tandas en circuito, situaciĂłn para la cual en Alpine le han dotado de un tercer modo de conducciĂłn, denominado Track, que vuelve aĂșn mĂĄs firme la direcciĂłn (la deja perfecta) y desactiva el ESP. En cualquier caso, tambiĂ©n podremos usar Track en carretera, aunque siempre siendo conscientes de que el motor 1.8 Turbo rinde 250 CV, y que todos pasan a las ruedas traseras, de modo que mejor ir con tacto o tener una buenas manos. Para todo lo demĂĄs, Sport es suficiente, especialmente sobre asfalto hĂșmedo o bajo la lluvia.

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El Alpine A110 Pure es una autĂ©ntica gozada, y devoras los kilĂłmetros de carreteras sinuosas con una sonrisa en la boca; incluso manteniendo a la vez una conversaciĂłn con tu copiloto, pues no se trata de un coche exigente o ruidoso. Y si, dentro de un orden, queremos elevar al mĂĄximo el nivel de confort, la alternativa ideal pasa por el A110 LĂ©gende, para el que es vĂĄlido todo lo contado hasta este punto: prestaciones magnĂ­ficas (acelera de 0 a 100 km/h en 4,5 segundos y alcanza 250 km/h), un comportamiento de primera que combina eficacia y diversiĂłn con facilidad de manejo y seguridad… La diferencia estriba en unos materiales de acabado algo mĂĄs nobles y en la presencia de algunos sistemas que nunca vienen mal en un vehĂ­culo tan bajo y de visibilidad trasera mejorable, como son los sensores de proximidad delante y detrĂĄs, o la cĂĄmara de visiĂłn posterior.

ÂżPerfecto entonces? La perfecciĂłn no existe, quizĂĄs por suerte, y ademĂĄs de una direcciĂłn con un tacto mĂĄs firme o un maletero que no caldease tanto el equipaje pedirĂ­amos, desde luego, algĂșn hueco mĂĄs para colocar las cosas en el interior… Porque el mĂłvil y la cartera, como esperĂĄbamos, acabaron por el suelo.