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Renault Mégane GT TCe EDC. Curvas, por favor

El Mégane y Renault Sport siempre han mantenido una fructífera relación para deleite de los que buscan las soluciones de un compacto con las prestaciones de un deportivo de pura raza. Una combinación explosiva que tiene en esta versión GT a la última de sus criaturas.

Muchos son los aspectos a destacar. En primer lugar, el propulsor, de 1,6 litros de cilindrada con inyección directa y turbo, gestionado, por supuesto, por un cambio de doble embrague EDC por 'imperativo legal', ya que no hay posibilidad de elegir una caja manual. Sus rivales más directos apuestan en sentido contrario, sin dar opción a una transmisión automática.

Es cuestion de gustos, aunque personalmente creo que el 90 por ciento del tiempo que pasaría en este vehículo me decantaría por el EDC antes que mover la palanca de cambio radicional.

En marcha, engancha

En cualquier caso, lo que hay que valorar es el funcionamiento de ese tándem, y ahí conquista. El motor se muestra refinado y apenas genera vibraciones. En modo Sport -también ofrece los programas Neutro, Confort y Personalizado- sube hasta las 6.300 rpm y el cambio se muestra rápido, olvidando la séptima relación para ganar décimas de cara al cronómetro. Las levas son de generoso tamaño, pero fijas; prefiero las que son solidarias con el giro del volante, pero vuelve a ser una cuestión de gustos.

No lo es el sistema 4Control, una tecnología inédita en el segmento. Encontraremos rivales con tracción total, pero no dotados de la dirección a las cuatro ruedas que lleva nuestro protagonista. Su complejidad técnica tiene una explicación sencilla: por encima de los 60 km/h -80 en modo Sport- las ruedas traseras giran en el mismo sentido que las delanteras -logra más aplomo-; y por debajo de esa velocidad lo hacen en sentido contrario, acción que facilita las maniobras a baja velocidad y en la ciudad, como las de aparcamiento.

Si a eso unimos muelles, amortiguadores y barras estabilizadoras específicas para este modelo GT, el resultado 'engancha'. Y lo hace porque nos permite afrontar curvas con mayor confianza, con total naturalidad, ya que la zaga redondea la trayectoria. Además, la dirección es mucho más directa -apenas 2,3 vueltas de volante entre topes- que en el resto de la gama Mégane, y el conjunto apenas balancea. Eso sí, tanta eficacia dinámica pasa factura a nivel de confort en el día a día, como es lógico.

Prestaciones de notable alto

¿Y qué pasa con las prestaciones? Las obtenidas en nuestro circuito de pruebas son de notable alto, aunque no se convierten en una referencia para el segmento. Acelera de 0 a 100 km/h en 7,1 segundos gracias a la función Launch Control, que optimiza la salida desde parado, y sólo necesita 4,6 segundos para pasar de 80 a 120 km/h.

El consumo, salvo que vayamos 'de carreras', es muy aceptable -7,1 litros de media real-, y quizás lo que menos nos ha gustado son los frenos, que aprueban, sí, pero ha necesitado 53,5 metros para detenerse desde 120 km/h.

La clave

A un vehículo de perfil deportivo le exijo que 'corra', pero también que me dé confianza a la hora de ir rápido. Este Mégane GT cumple esas dos premisas porque enlaza curvas con tanta naturalidad que incluso te hace mejor al volante de lo que realmente eres. ¿Motivo? La eficacia del sistema 4Control.