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Probamos el Mitsubishi Outlander Kaiteki 4WD 220 DI-D. En constante evolución

En el número anterior pasaba por nuestras páginas el Skoda Kodiaq, y citábamos entre sus rivales al Outlander, racional SUV que Mitsubishi ha ido actualizando desde su lanzamiento. La última evolución introduce nuevas funcionalidades y equipamientos para la versión PHEV -es el híbrido enchufable más vendido en España-, y también afecta al resto de la familia, donde la variante aquí probada ocupa la cumbre: motor diésel de 150 CV, tracción total, cambio automático, acabado Kaiteki… Son 40.300 euros de tarifa, que con los 2.500 del descuento bajan a 37.800 euros; aunque deberemos sumar 495 por la pintura opcional 'obligatoria', pues el Blanco Polar gratuito sólo está disponible en la versión de acceso. Total real de nuestro protagonista, 38.295 euros.

Por si queremos pagar 4.400 euros menos, ahí está la versión Motion, que prescinde de muchas cosas que son de serie en el lujoso Kaiteki: sensores de parking delante y detrás, cámara trasera, luces 'largas' automáticas, control de crucero adaptativo, sistema FCM contra colisiones frontales y detección de peatones, alerta por salida de carril, portón eléctrico, tapicería de cuero, volante y asientos calefactables, ajuste eléctrico en la butaca del conductor, inserciones de madera negra y techo solar eléctrico.

Con siete plazas, correcto

O sea, que si nos los podemos permitir, mejor el Kaiteki. Y además de una extensa dotación hallamos una funcional carrocería de siete plazas. La tercera fila no destaca ni por amplitud ni por acceso; pero ahí esta, dispuesta a albergar chavales. Con el aforo completo no hay que esperar mucho maletero, pues la zona de carga se reduce a 145 litros. En cambio, con cinco plazas en uso hay 519 litros, y la segunda fila se desplaza un máximo de 25 centímetros, lo que permite repartir el hueco entre las dos filas traseras o, cuando no usamos la última fila, ampliar el maletero.

Presume de habitabilidad -como cinco plazas es un familiar idóneo, pues todas las cotas son buenas y el suelo es casi plano-, y también de equipamiento y versatilidad. El acabado es correcto -aunque ciertos mandos aparecen desperdigados- y el confort es bueno, toda vez que el motor se escucha lo justo y las suspensiones acaban de ser revisadas. Lástima que no se haya aprovechado para mejorar la dirección, muy lenta con sus 3,35 vueltas de volante.

Y es una pena, porque el comportamiento general convence: frenos eficaces, equilibrio entre estabilidad y comodidad… La tracción total AWC funciona muy bien, y permite elegir entre los modos Lock -reparto fijo del par entre ejes-, Auto -reparto variable- y Eco -sólo envía par al tren trasero si el delantero pierde adherencia-; lo que faculta al Outlander para usos 'off road' de relativa dificultad, ayudado por una altura al suelo de 19 centímetros y por el cambio automático con programa 'L', que reduce el desarrollo de las dos primeras marchas.

Las prestaciones no defraudan, pues la alta cilindrada del motor -casi es un 2.3 y genera mucho par-, el funcionamiento del cambio 'con levas' y un conjunto no muy pesado se traducen en agilidad. En el lado opuesto, un consumo real algo elevado: 8,6 l/100 km.

La clave

Hay otros SUV más modernos, y quizás más presentes ahora en el cerebro del usuario medio, pero el Outlander se nos antoja como una opción muy recomendable. Un modelo ya algo veterano, pero muy bien puesto al día y que destaca en capítulos vitales: practicidad, equipamiento, prestaciones, usos 'off road'…