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Mercedes AMG GT S. Probamos la nueva bestia de Affalterbach

Vivía el Mercedes SLS AMG y la firma de la estrella trabajaba en este imponente GT. Con su llegada, en Mercedes se desvivieron para darnos a entender que no era el sucesor del SLS, sino algo nuevo, algo diferente. Un rival para 911, F-Type…

Ideado desde cero como el SLS por los ingenieros de AMG, no hereda las singulares puertas de 'ala de gaviota', que aunque llamativas, tenían sus inconvenientes.

Aun en este color Azul brillante, atrae miradas a un ritmo endiablado, si bien, me decantaría por el color Solarbeam, un espectacular amarillo que cuesta 10.900 euros, pero ya metidos en un capricho de 165.879 euros…

Eso cuesta esta criatura ideada para volar a ras del suelo y que te invita a acomodarte en sus deportivos asientos colocados a un palmo del asfalto, por lo que exige agilidad para entrar y salir. Si no es así, invierte ese dinero en un Mercedes-AMG G 63 -163.900 euros -.

Interior como un caza de combate

Tras ello y después de unos segundos de analizar su consola central, más parecida a la de un caza de combate, divisamos entre el maremagnum de botones, el que pone en marcha su corazón. Un propulsor con código M178, cuyas miles de piezas se ensamblan artesanalmente según la tradición de AMG 'one men, one engine'.

Es ponerlo en marcha y ya apunta maneras con su sonido. Huir de la ciudad es lo primero que se te ocurre con este Mercedes-AMG GT S, que cuesta 21.618 euros más que el GT 'a secas' con 462 CV. Pero entiendes que esa inversión merece la pena, pues esos 48 CV extra parecen estar destinados a alimentar la bomba de carburante, que envía gasolina sin plomo a su mecánica.

El mando circular AMG Dynamic Select permite elegir el programa 'C' -Confort- que activa el 'Start & Stop' y la funcion 'sailing', que engrana punto muerto al dejar de acelerar entre 60 y 160 km/h, si bien sus descomunales neumáticos frenan a este coupé, y la verdad es que no sacamos mucha ventaja de este sistema, pero ahí está y ayuda a contener su consumo.

Cambio de doble embrague y 7 marchas

Además, el AMG GT S intenta mostrarse hasta agradable con nosotros, pero es sólo un espejismo, pues sus suspensiones son siempre firmes -se regulan en tres modos-, su cambio AMG Speedshift de doble embrague y 7 marchas está programado para buscar la máxima rapidez y con sólo acariciar el acelerador muestra su carácter, que se traduce en algunos tirones.

Precisamente el acelerador hay que tenerlo controlado en todo momento, o mejor, no estaría de más poderle poner un ladrillo detrás, pues 10 segundos con él pisado a fondo se traducen en una escalada de velocímetro que te podría llevar a carcel sin pasar por la casilla de salida, como en el Monopoly. 10 segundos que pasan volando y que, si arrancas desde cero, te hacen ir a 185 km/h casi sin darte cuenta. Y si ya vas a 120 km/h… Acabas a ¡220 km/h!

Este Mercedes-AMG GT S no corre, vuela. Te das cuenta cuando te rodeas de otros coches a los que puedes pasar como si ellos circularan marcha atrás. Podríamos plegar sus retrovisores -restan visión en las rotondas- y no los echaríamos en falta ni para incorporarnos. Pocos podrán seguir nuestro ritmo… Bueno uno sí, un tal Pegasus.

Puesto a punto en Nürburgring

Por ello a esta máquina fabricada en aluminio -la carrocería pesa 231 kilos-, puesta a punto en Nürburgring y con nada menos que 510 CV es mejor darle rienda suelta en circuito y poder deleitarse con su programa Race, ideal para realizar arrancadas fulgurantes gracias al 'Launch Control'. Si bien, a sus dos neumáticos traseros se les atraganta tanta potencia, pero no habrá un GT S 4Matic con tracción total. Ahora debes mimar su acelerador y medir su recorrido en milímetros. Vas sin controles -el ESP tiene tres programas- y las sacudidas de su eje trasero suceden una tras otra -a veces te sorprenden incluso con ellos conectados-, pero son derrapadas 'controladas' gracias al diferencial electrónico. Es una auténtica pasada.

El rugido de su motor 'made in AMG' es sobrenatural y sólo podríamos pasar desapercibidos en la tamborrada de San Sebastián, o ni eso. Los frenos cumplen sin más. No brillan por distancias ni fatiga, y nos planteamos gastar 10.378 euros en los cerámicos opcionales. Soñar todavía es gratis.

La dirección es el aspecto más crítico. Lewis Hamilton o Nico Rosberg serían capaces de ir al límite desde el minuto uno con este GT S, pero a un servidor le ha llevado su tiempo. Aunque directa, me ha resultado demasiado suave -en los modos Sport y Sport+ se endurece algo-, y transmite poco de lo que pasa bajo los neumáticos delanteros. Resta confianza y es algo a mirar en semejante aparato que obliga a apuntar en las curvas y que alcanza los 310 km/h -también limitados-. En este momento, su bomba de aceite -el motor tiene cárter seco y permite bajarlo 55 milímetros- lubrica a un ritmo de 250 litros por minuto y sus dos turbos giran a 186.000 rpm. A muchas menos -7.200- corta inyección su motor, un corazón que se merece un 10.

Ahora bien, a ritmo rápido gasta lo suyo y los 65 litros que caben en su depósito se los bebe en un suspiro. El GT S equipa lo último en seguridad activa, con los sistemas incorporados en el Collision Prevention Assist Plus, ofrece calidad, equipamiento, imágen… Pero todo queda en segundo plano cuando arrancas su M178.