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Mercedes-AMG G 63/Suzuki Jimny 1.5. Correcaminos y el Coyote

Se lo cuento a unos amigos y todos abren los ojos como platos y ponen cara de incredulidad. Todo porque les he dicho que uno solo de los paquetes opcionales del Mercedes-AMG G 63, el Edition 1, ya cuesta 5.000 euros más que lo que vale el Suzuki Jimny enterito, con su carrocería, su motor y sus ruedas. Pero doy alguna explicación más para que no me tachen de exagerado. Ese paquete opcional de 25.000 euros es muy completo, pero no hace falta elegir el más caro, ya que con juntar ocho o diez opciones del imponente Mercedes G con preparación AMG volvemos a sumar esos 20.000 euros que cuesta el Suzuki Jimny Mode 3, el más caro de la gama. Y es que en el alemán encontramos opciones tan curiosas, y caras, como la deslimitación de velocidad, que por unos 2.837 euros de nada permite que el todoterreno más amortizado de la historia -junto con el Defender- alcance una velocidad máxima de hasta 240 km/h, una opción sin mucho sentido en el 95 por ciento de los países del mundo. La pintura metalizada especial cuesta 6.500 eurazos; los faros LED Multibeam, 3.000; y unos asientos de contorno variable -absolutamente prescindibles- nada menos que 4.550 euros. Ahhh, y cubrir el motor con fibra de carbono -para presumir de V8 firmado frente a vecinos y amigos-, otros 1.120 euros, entre una larga lista que sumaría el precio de varios Jimny. Es otro mundo este de los ricos caprichosos.

Pero para capricho modesto, el divertido y aventurero Jimny, el Suzuki mejor recibido por el público en los últimos años. Este se conforma con dos únicas opciones de pintura metalizada a precios populares y una larga lista de accesorios ofrecidos por los concesionarios, ideales para rematar el ya de por sí completo equipamiento de serie del acabado más caro.

Es curioso que todos los todoterreno que han hecho historia por su eficacia en el campo, su durabilidad y sus éxitos, tenían los faros redondos. Los primeros y los últimos Jeep; el Land Rover Defender, los primeros Mitsubishi Montero, el primer Toyota Land Cruiser, el Lada Niva, los primeros Nissan Patrol… y claro está, los nuevos Mercedes G y Suzuki Jimny. Tanto AMG G 63 como Jimny coinciden también en un diseño 'vintage' tipo caja de zapatos que no destaca precisamente por su aerodinámica pero que se desmarca de forma exclusiva de todo lo que se vende en el mercado.

Y no, a pesar de las radicales diferencias entre ellos, no nos hemos vuelto locos comparando estas dos piezas maestras del todoterreno puro y duro -bueno, en el G algo menos duro-. Con dos presupuestos separados por muchos miles de euros, son sin embargo dos alternativas válidas para salir a algo más que una excursión por el campo, y en el fondo tienen más cosas en común de lo que parece, como el chasis de largueros y travesaños, el eje rígido trasero o la reductora; elementos idóneos para un desempeño extraordinario en radicales recorridos 'off road'. Y no hemos sido los únicos en compararlos, pues descubrimos que en el Reino Unido han grabado un video para comprobar cuántos Jimny hacían falta para arrastrar sobre hierba mojada, y no hacer el ridículo en el intento, a la bestia parda de AMG, dotada de un motor V8 Biturbo de nada menos que 585 caballos. Un artefacto con un sonido perturbador que enamora, y que moviendo algo más de 2,5 toneladas es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 4,2 segundos, sólo siete décimas más lento que un Ferrari Portofino de 600 caballos. Y el AMG G 63 necesita que tiren de él tres Jimny para verse arrastrado por el barro, lo cual no es de extrañar si también tenemos en cuenta la eficacia del sistema de tracción del alemán, pero sobre todo su potencia. No olvidemos que cada caballo del Mercedes tiene que mover sólo 4,4 kilos, mientras que en el Suzuki cada caballo mueve 11,4 kilos.

El Jimny es un todoterreno de 102 caballos divertido y eficaz campo a través, pero en asfalto las carreteras viradas no son su fuerte, como tampoco lo será una velocidad que exceda mucho de los 110 km/h. Una dirección muy lenta -nada menos que 4,2 vueltas de volante- e imprecisa, y un comportamiento con una más que notable tendencia al subviraje no ayudan a que el Jimny sea un coche particularmente agradable fuera de su zona de confort… lejos del piso negro. El cambio es una delicia por manejo y rapidez; sin embargo, sus cortitos desarrollos obligan a que el motor vaya excesivamente revolucionado y, además de gastar más, sea bastante ruidoso en quinta, la teórica marcha de desahogo. Y en cuanto a los frenos, a 120 km/h el Jimny ha empleado en detenerse, según nuestro Centro Técnico, nada menos que 67 metros, casi 14 más que el Mercedes y 12 metros más que, por ejemplo, un modesto Citroën Berlingo. Frenando desde esa velocidad el AMG G 63 necesitó sólo 53,3 metros para detenerse, y en ese punto de la pista de pruebas el Suzuki todavía circulaba a 53,6 km/h. Una combinación de ruedas M+S y un sistema de frenos con discos macizos delante y tambores detrás tienen parte de responsabilidad de estas preocupantes cifras.

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En el Mercedes sorprenden muchas cosas que damos por lógicas cuando recordamos 'la pasta' que cuesta

Para empezar ya impone bastante subirse al coche, o mejor dicho escalar al habitáculo, cuyo asiento se encuentra a casi un metro del asfalto. El estilo exterior del G engaña porque en la última actualización se renovaron por completo los interiores y ahora no tienen nada que envidiar a los de los Mercedes más modernos y sofisticados a la venta. Y una vez ubicados y entendidos todos los botones y controles del coche comienza el espectáculo. Varios modos de conducción, tres bloqueos de diferencial, sonido variable de los escapes, reductora, modos específicos para conducción 'off road'… el despliegue técnico abruma al principio y enamora al final, porque permite que el 'tanque' de Mercedes y AMG se mueva a un ritmo endiablado independientemente de peso o altura, y de las inercias que todo ello genera. Seleccionamos el modo de conducción Sport + y este bicharraco se mueve por la zona de 'handling' del INTA como un ligero GTI sin inmutarse y con un agarre propio de un coche mucho más bajito, ligero y deportivo. Las grandes levas ayudan a sentirte piloto de un deportivo de 2,5 toneladas, pero conduciendo tan alto que hasta que no comprobamos el nivel de agarre el instinto de supervivencia nos hace levantar el pie y aumentar la velocidad de paso por curva progresivamente. Inercias hay, como es lógico, y el AMG G 63 no es infalible, pero para conocer los límites del coche hay que ir muy, pero que muy deprisa. Todo muy bonito hasta que descubres el dato de consumo que marca el ordenador y te da un vuelco el corazón. Y me rio yo de los que aseguran que los 30 l/100 km que gasta este cacharro en esas condiciones de uso no le van a importar al que se ha gastado 173.000 euros en el coche. Claro que no si es un príncipe saudí con petrodólares de sobra, pero hecha esa excepción debería preocupar incluso un consumo medio de entre 16 y 20 l/100 km realizando una conducción cotidiana. Por eso esta versión AMG lleva de serie incorporado el depósito de 100 litros, que es opcional en el resto.

El Mercedes-AMG G 63 se mueve por el campo con la misma insolencia que lo hace por asfalto gracias a una tecnología cuya base principal se ha ido heredando desde 1979, pero que ha mejorado en cada actualización del modelo -ver cuadro-. Claro, que en terrenos muy resbaladizos y con las ruedas que montaba nuestra unidad la cosa se le complicaría a 'Correcaminos' G si surgieran cuestas muy empinadas, sobre todo por el peso del conjunto. Y allí estaría el 'Coyote' Jimny para, por fin, cazar con ingenio y destreza a un rival que se le ha estado escapando durante toda la prueba. Un Suzuki que en su escenario ideal, lejos del asfalto, se emplea a fondo y con garantías gracias a la tracción total conectable con reductora, al control de descensos, a una distancia al suelo de 210 milímetros -241 en el AMG G 63- y a un peso de 1.165 kilos. Además de ser un perfecto trialero, los caminos rotos también se le dan muy bien al pequeño japonés -fabricado con una gran calidad por cierto-, que ofrece un excelente compromiso entre comodidad y aplomo aunque se vaya deprisa y abunden los boquetes, sin que en ningún momento el Jimny se descoloque y ponga en peligro la trayectoria. Ni que decir tiene que el 'tanque' de la marca alemana le seguirá sin que a su conductor se le mueva un solo pelo.

Pero claro, por lo que cuesta un AMG G 63 se podrían comprar ocho unidades del Jimny más caro y equipado. Y es que el kilo de G 63 sale por 68 euros, mientras que el kilo del Suzuki está a 18 euros. En el caso de los caballos de potencia, en el AMG cada caballo nos va a costar 295 euros, mientras que en el Jimny por cada caballo vamos a tener que pagar 204 euros.

Con todo, la conclusión es obvia. Con ambos modelos vamos a llegar del punto A al punto B más tarde o más temprano, pero la diferencia va a estar en la emoción, comodidad, eficacia y precisión con la que cada uno de ellos cumpla su misión. Y cada uno a su manera están capacitados para lograrlo.

Y una última reflexión: el dinero no da la felicidad, pero hay que ver cómo ayuda…

LA CLAVE

La noche y el día existen en el segmento de los todoterreno y están representados por el pequeño y modesto -aunque divertidísimo- Jimny y el imponente, carísimo y gastón AMG G 63, lo más en todoterreno puro y duro. Los contrastes entre ellos son constantes y sorprendentes, aunque en una cosa coinciden: con cualquiera de ellos te puedes ir al fin del mundo campo a través.