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Comparamos Ford Edge, Mondeo Sportbreak y S-Max. El S-Max multiplica los argumentos

Edge, Mondeo Sportbreak y S-Max. Un todocamino, una berlina de carrocería familiar y un monovolumen. Tres alternativas realmente diferentes pero que apuntan a un objetivo análogo: satisfacer las necesidades de aquellos usuarios que buscan un vehículo amplio, versátil, cómodo, seguro, bien equipado y con una mecánica que combine economía, prestaciones y agrado. Para compararlos nos hemos inclinado por el motor más lógico de nuestros tres protagonistas, un diésel 2.0 TDCi de la familia Duratorq que aquí rinde 180 CV, aunque para Mondeo y S-Max también se ofrece la variante de 150 CV, y en los tres existe la posibilidad de aspirar a los 210 CV del 2.0 TDCi Bi-turbo.

En este sentido, primer contratiempo en torno al Edge, pues con el citado propulsor de 180 CV debemos conformarnos con el cambio manual, mientras que sus dos 'hermanos' permiten elegir entre esa caja y la automática Powershift de doble embrague y seis marchas, que nos gusta bastante pese a los 2.000 euros que encarece la factura en ambos. Y ya que buscamos un vehículo familiar 'total' -para viajar durante todo el año con absoluta tranquilidad, incluso si llueve a mares o nieva-, nada mejor que la tracción a las cuatro ruedas, que Ford, con buen criterio, ofrece en los tres.En el Edge no hay elección, pues viene de serie en toda la gama -para Norteamérica sí hay variantes de tracción delantera-, pero en Mondeo y S-Max será el usuario quien decida si compensa pagar los 3.000 euros añadidos de este sistema de seguridad. Nosotros, para igualar al máximo las condiciones del 'encuentro', hemos optado en todos por la tracción AWD inteligente. Y por el nivel de acabado Titanium, uno de los más completos en la firma del óvalo.

A pesar de su cambio manual -de seis marchas, con un tacto del selector mejorable y un pedal de embrague algo duro-, el Edge es el más caro del trío: 46.425 euros, frente a los 43.775 del S-Max y los 40.550 euros del Mondeo Sportbreak. No obstante, Ford anuncia suculentos descuentos para los tres, y distintos en cada caso. Así las cosas, al escribir estas líneas el Edge 2.0 TDCi 180 Titanium se quedaba en 42.225 euros, el S-Max 2.0 TDCi 180 Powershift Titanium AWD de siete plazas baja a 40.625 euros -750 menos si nos basta con cinco plazas- y el Mondeo Sportbreak 2.0 TDCi 180 Powershift Titanium AWD se sitúa en 38.300 euros. Es decir, 3.925 euros de distancia entre el más barato -el Mondeo- y el más caro -el Edge-, con el S-Max justo en medio.

Vista la cuestión pecuniaria, y planteado el duelo fratricida, ya sólo resta empezar. Y lo haremos por uno de los apartados que más cuenta según las encuestas: el diseño. ¿Cuál es más atractivo? Ahí cada uno debe hacer sus reflexiones, y para eso están las fotografías que ilustran este reportaje, pero los expertos, y las estadísticas, dicen que vivimos una 'fiebre SUV'. El Edge, además, es el más reciente de los tres, y eso cuenta, pero no se les puede negar empaque a sus oponentes: el Mondeo Sportbreak -la silueta 'ranchera' también ha ido ganando adeptos en nuestro país últimamente- y el S-Max, un monovolumen 'bajito' que se aparta de los cánones tradicionales y que Ford prefiere llamar 'crossover', pues mezcla los conceptos berlina y monovolumen para presumir, en paralelo, del máximo dinamismo y la mayor funcionalidad posible.

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Grandes y amplios

Quienes tengan una de esas ridículas plazas de garaje 'made in Spain' que nuestras autoridades siguen admitiendo -en ocasiones con menos de 4,50 metros de longitud-, mejor abstenerse; pues el más corto de nuestros protagonistas, el S-Max, mide 4,80 metros de largo, por los 4,81 del Edge y los 4,87 del Mondeo familiar. Y lo mismo ocurre con la anchura, muy generosa. La del Mondeo, 1,85 metros, ya está bien, pero es que el S-Max mide 1,92 de ancho y el Edge, 1,93 metros. En cuanto a la altura, va de los 150 centímetros del Mondeo a los 169 del Edge -no debería haber problemas en accesos subterráneos-, pasando por los 164 del S-Max.

Pero creemos aún más importante lo que sucede de puertas adentro en tres vehículos que, desarrollados sobre la misma plataforma -usada también en el monovolumen Galaxy-, comparten distancia entre ejes. Ahí hay que romper una primera lanza en favor del S-Max, que pese a ser el más 'recortadito' es el único que ofrece tres filas. Y ya que tocamos el tema, parece al menos reseñable que el Edge, un SUV más largo que el Hyundai Santa Fe, el Kia Sorento o el Skoda Kodiaq, ofrezca como única configuración las cinco plazas, cuando los tres rivales citados sí contemplan la tercera fila de asientos.

Pero cinta métrica en mano descubrimos que el Edge, como cinco plazas, 'se sale', pues hay muchísimo espacio allá donde midamos. Por ejemplo, 153 centímetros de anchura delante y 144,5 en la segunda fila, amplias cota de altura al techo en todas las plazas y mucho hueco para las piernas en la fila posterior: 75 centímetros entre respaldos con un conductor de 1,75 al volante. Pero entre sus hermanos/rivales hay un monovolumen, y este tipo de carrocería permite aprovechar al máximo el espacio. El S-Max lo demuestra igualando casi al milímetro la anchura interior del Edge y ofreciendo, incluso, más altura al techo. Además, tampoco falta espacio para las piernas detrás -72,5 centímetros con el mismo conductor al volante- y disponemos de una tercera fila a la que se accede con facilidad. Otra cosa distinta es el espacio disponible allá atrás, capaz de albergar a adultos si no son altos -hay 87,5 centímetros al techo- pero con sólo 51 centímetros de cota longitudinal. Por suerte, las tres butacas que componen la segunda fila son correderas -avanzan 15 centímetros, y de manera independiente-, lo que permite redistribuir el área habitable.

Son tan amplios por dentro el Edge y el S-Max que hasta el Mondeo Sportbreak parece pequeño… cuando no lo es. Tenemos 147 centímetros de anchura delante y 137,5 detrás, unas cotas al techo generosísimas y un correcto hueco -71 centímetros con el 'famoso' conductor de 1,75 al volante- para las piernas detrás, aunque quizás sea ésta su medición menos brillante.

Sea como fuere, cinco adultos viajarán bien en el Mondeo, pero lo harán aún más holgados en cualquiera de sus rivales. Y con maletas suficientes para acometer viajes largos, aunque vuelve a imponerse el S-Max, que en esta variante de siete plazas anuncia, cuando la tercera fila va escondida, 700 litros para equipaje, por los 602 del Edge, que aquí también saca pecho, o los 525 litros del Mondeo Sportbreak, que de nuevo ocupa la tercera posición pese a ofrecer un buen 'almacén'.

Y como sabemos que muchos usuarios piensan en transportar bicis, en visitar la famosa tienda sueca de muebles o en realizar pequeñas mudanzas, aquí van los datos sobre la máxima capacidad con dos plazas en uso: el S-Max alcanza los 2.020 litros -la variante que lleva sólo dos filas de asientos se va a 2.200 litros-, el Edge anuncia 1.847 y el Mondeo se queda en 1.630 litros, que no es poco. Además, el Mondeo aporta como virtud que tiene el maletero más largo -112 centímetros con cinco plazas en uso y 197 abatiendo la segunda fila-, o que su plano de carga, a 62,5 centímetros del suelo, es muy bajo.

Hemos hablado de cotas y volúmenes, pero en el habitáculo hay mucho mas que ver. Y algo que llama la atención es la similitud de sus respectivos diseños, especialmente entre Edge y S-Max, que parecen calcados. Si no fuera por el diferente cambio de marchas -manual en el SUV, automático en el monovolumen- costaría distinguirles. El Mondeo se diferencia más -no hay guantera a la izquierda del volante, ni el hueco con tapa sobre la pantalla cental del salpicadero-, si bien recurre a soluciones estéticas parecidas.

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Edge se lleva la victoria en equipamiento

Decíamos al comienzo que habíamos elegido el mismo acabado, Titanium, en los tres, pero eso no significa que el equipamiento sea el mismo. Por ejemplo, el Mondeo es el único sin navegador de serie y al Edge le sucede lo mismo con el ajuste eléctrico del asiento del conductor, ausencia que el SUV grande de Ford compensa sobradamente: es el único que monta de serie portón trasero eléctrico, rueda de repuesto, frenada automática de emergencia en ciudad o cámara de visión posterior. Aunque el S-Max trae de serie la ya citada segunda fila desplazable con butacas independientes y contempla algunas opciones no disponibles en Edge o Mondeo, como los airbag laterales traseros o la alerta de tráfico trasero cruzado, que nos parece uno de los asistentes de seguridad más útiles.

Unas cosas con otras, diríamos que el Edge se impone por la mínima en la cuestión del equipamiento, y que el Mondeo porta el farolillo rojo en ese capítulo, también por escasa diferencia. En cualquier caso, la lista de opciones es tan extensa en los tres modelos que cada usuario podrá personalizar la dotación según gustos o necesidades; aunque la tarea exige paciencia o cautela si no queremos sorpresas con la factura final.

Y hablemos de calidad para rematar el análisis del habitáculo. Ford ha echado el resto, y tanto por materiales como por sensación de robustez y refinamiento los tres modelos brillan a gran nivel. No es solamente lo que tocamos, sino lo que escuchamos al cerrar las puertas o lo que no escuchamos al circular por mal firme. No obstante, S-Max y Mondeo -fabricados ambos en Valencia, como el Galaxy- parecen situados un punto por encima del Edge, producido en Canadá y en el que detectamos algún detalle mejorable en zonas poco visibles, como los revestimientos junto a los pedales o algún plástico que desmerece. Y podemos confirmar que el Mondeo Sportbreak, ideado especialmente para Europa, parece aún más refinado que la variante sedán. Un ejemplo es la moqueta que cubre el maletero, que en el familiar ajusta a la perfección.

Debemos saltar ya a los capítulos dinámicos, donde tres vehículos tan dispares -en la forma, no en su mecánica- deberían mostrar necesariamente diferencias importantes. Y las hay.

Para verlo, sirva de ejemplo el duelo Mondeo-Edge, pues el primero es 19 centímetros más bajo que el segundo y pesa 228 kilos menos. De ahí que el modelo familiar se muestre más ágil y deportivo que el SUV cuando la carretera se retuerce, o que sus prestaciones sean mejores y consuma menos.

Pero vayamos por partes, y comencemos por el Edge, que va mucho mejor de lo que su corpulencia pudiera hacer creer. Y es que la suspensión, prácticamente idéntica a la de Mondeo o S-Max, trabaja de maravilla, pues contiene el balanceo sin penalizar el confort de los ocupantes, permite pasar a muy buen ritmo por las curvas e, incluso, admite una conducción bastante 'animada', ayudado por la eficaz tracción total. La frenada es algo más larga que en sus 'hermanos', pero 51,8 metros desde 120 km/h a 0 está francamente bien. Aunque la resistencia a la fatiga debería mejorarse un poco.

Si bajamos del Edge y nos subimos al Mondeo apreciaremos una mejora generalizada del tacto de conducción a medida que avivamos la marcha, pues el centro de gravedad queda más bajo, el balanceo todavia es menor, hay menos fuerza centrífuga por su mayor ligereza y las frenadas son extraordinarias, pese a que sus discos delanteros y traseros son mas pequeños. Ahí están para confirmarlo los 49,8 metros medidos en la parada desde 120 km/h, una distancia cortísima.

¿Y el S-Max? Como por peso y altura se sitúa a caballo entre Edge y Mondeo parecería lógico que también su comportamiento estuviese justo en el centro, pero el monovolumen 'crossover' de Ford sorprende con una actitud general eficaz, noble y más dinámica de lo que podríamos esperar de un 'siete plazas'. Quizás al límite se noten algo los kilos extra respecto al Mondeo, pero el S-Max tiene un rodar que para sí querrían muchas berlinas: aplomado, preciso, sin balanceo… Y como lleva discos de freno del mismo diámetro que el Edge -pero es más ligero-, frena de cine tanto por potencia -otro con 49,8 metros para 'clavarse' desde 120 km/h- como por resistencia.

Mondeo, mejor aceleración y menor consumo

En cuanto al motor, común a los tres, el 2.0 TDCi 180 da su potencia máxima a sólo 3.500 rpm, entrega un generoso par de 40,8 mkg entre 2.000 y 2.500 vueltas y genera poco ruido. Y se le saca más rendimiento con la transmisión automática Powershift, de doble embrague, que con el cambio manual. Entre ese detalle y el peso extra, el Edge ocupa la última posición por prestaciones, ya que sus recuperaciones son sólo correctas, aunque en aceleración pura está a la par -hablamos de nuestros datos- con el S-Max, que se mueve bastante bien al salir de los semáforos y en carretera: 10,3 segundos en la aceleración de 0 a 100 km/h y 8,5 segundos para recuperar de 80 a 120 km/h.

Aunque les vence en ese apartado el Mondeo. Más ligero y bajo, acelera mejor, recupera en menos tiempo -7,5 segundos para pasar de 80 a 120 km/h- y, encima, gasta menos: 7,5 l/100 km reales, frente a los 7,8 del S-Max ?es el que menos difiere de lo homologado? o los 8,7 del Edge, el más sensible al tipo de conducción.

La clave

No es por diplomacia, sino por pura indecisión: creo que me costaría mucho elegir entre los tres. Y todo dependerá del tipo de uso y, sobre todo, del tipo de usuario. ¿Familias viajeras con chavales muy pequeños o familias numerosas? El S-Max. ¿Gente aventurera que gusta de salir del asfalto para seguir explorando? El Edge, sin duda. ¿Y el Mondeo Sportbreak entonces? Pues un familiar como la copa de un pino, y más asequible y ágil.