Abarth lleva desde 1949 sacando el máximo rendimiento a todo lo que toca. En esta ocasión su puesta a punto sobre el 595 Competizione convierte a esta versión en un auténtico deportivo de bolsillo, la máxima expresión de una gama que recoge el trabajo realizado sobre el 695 Biposto.
Basta un formato de 3,66 metros, un peso de categoría pluma, un chasis rebajado con cuatro amortiguadores Koni, unos frenos Brembo con pinzas de cuatro pistones, discos ventilados y perforados y, como en nuestro caso, un eficaz diferencial mecánico con deslizamiento limitado, elemento éste que forma parte del Pack Performance, ofrecido en opción.
Bajo el diminuto capó se ubica un propulsor 1.4 turboalimentado que eroga 180 CV. Y para gestionarlo se recurre a un cambio manual de cinco relaciones, aunque también se ofrece una caja automática robotizada con el mismo número de marchas.
Un vehículo bueno para la ciudad pero perfecto en carretera
En el entorno urbano no es el vehículo más apetecible, salvo a la hora de gestionar espacios para aparcar. La dirección gira poco cuando maniobramos, va duro como una tabla y el sonido del escape Record Monza amplifica los decibelios, circunstancias que en el día a día no resultan demasiado apetecibles.
La cosa cambia totalmente cuando salimos a carretera. No por confort, pero sí comienzan a llegar las sensaciones, hasta ponernos al borde de la taquicardia. Apenas balancea, pues el recorrido de los amortiguadores es mínimo, y hay que sujetar el volante con fuerza para entrar en las curvas o, simplemente, para ir recto.
Los cambios de apoyo son instantáneos y su escasa distancia entre ejes provoca cierto nerviosismo y que el eje trasero se insinúe demasiado. Si el firme es irregular da la sensación de que se 'coloca' dando pequeños saltos laterales. No regala nada, por eso hay que 'trabajar' o, mejor dicho, 'disfrutar' sobre el volante y una palanca del cambio de tacto agradable y preciso. Sus cinco relaciones están orientadas únicamente para correr, pero en autopista echamos en falta una sexta velocidad para minimizar el consumo «8,3 litros de media» y la elevada rumorosidad, molesta en los desplazamientos prolongados.
El propulsor es más elástico de lo que parece, pero es entre 3.000 y 5.500 rpm donde lo borda. Más aún si activamos el modo Sport, que actúa sobre el motor, la dirección y el acelerador, y retrasa las ayudas electrónicas. Alcanzar los 225 km/h en este miniformato es un acto de fe; tanto, que sin batir récord en prestaciones las sensaciones sí son de órdago.
No parece justo hablar de habitabilidad o maletero en un vehículo pensado únicamente para divertirse. Un capricho que no es barato, pese a contemplar en su dotación de serie faros de xenón, climatizador, pantalla táctil con equipo multimedia Uconnect… pero echamos en falta algún asistente en seguridad de última hornada.
LA CLAVE
Pequeño en tamaño, enorme en sensaciones. Lo he pasado de fábula con él, pero también me ha llevado al borde de la taquicardia debido a su radicalidad y 'nerviosismo'. No es un 'tipo' fácil de domar, necesitas un masaje cuando te bajas, no es barato y es poco sutil en el día a día, pero quiero uno ya mismo…