El verano no da tregua. Después de haber estado al sol, los coches son un auténtico horno rodante, que no mejora ni bajando las ventanas. El salpicadero, el volante y los asientos alcanzan temperaturas que superan fácilmente los 60 °C. Subirse en esas condiciones no solo es incómodo; también supone un riesgo para la seguridad del conductor: fatiga, mareos, pérdida de reflejos…
La primera reacción suele ser poner el aire acondicionado a tope; un gesto no tan eficaz y que, además, fuerza la climatización, aumentando el consumo de combustible o de batería en los eléctricos. Pero hay métodos más rápidos, seguros y eficientes para bajar la temperatura del habitáculo. Y lo mejor: sin arrancar el motor ni tener las ventanas abiertas mucho tiempo.
3Un paso más: la estrategia al arrancar

Muchos otros conductores emplean una técnica complementaria. Consiste en arrancar el coche y, durante los primeros metros de circulación, bajar una ventana delantera y la opuesta trasera. Ello genera una corriente cruzada muy eficaz para renovar el aire interior sin necesidad de mantener todas las ventanas abiertas.
Cuando el vehículo coge algo de velocidad, basta con subir los cristales y encender el climatizador. Como el aire ya no está tan recalentado, el sistema enfría mucho más rápido, reduciendo la fatiga del compresor y evitando que el consumo se dispare. Este método, lógico y sencillo, es ideal para viajes largos o recorridos urbanos en días de calor extremo.