Algunos objetos trascienden su naturaleza y se convierten en leyendas, como es el caso del Porsche 917K con chasis 917-022, una joya automovilística creada en 1969. Diseñado por Hans Mezger, este modelo revolucionó las carreras con su aerodinámica perfecta, su motor bóxer V12 de 4.5 litros y una potencia de 580 caballos, combinados con una transmisión manual de cuatro velocidades. Porsche tenía la confianza de que los mejores pilotos lo elegirían para dominar el Mundial de Resistencia. Sin embargo, una inesperada llamada de Steve McQueen, más conocido por su estatus de estrella de Hollywood que por su faceta de piloto, cambiaría para siempre la historia de este coche.
McQueen no solo era un actor de renombre; era un amante de la velocidad y el riesgo. En 1970, había demostrado su habilidad al quedar segundo en las 12 Horas de Sebring con un Porsche 908/2. Entonces, decidió embarcarse en su proyecto más ambicioso: una película sobre las 24 Horas de Le Mans que capturara con realismo la intensidad de la competición. Para ello, McQueen planeaba participar en la carrera y utilizar las tomas reales como base del filme. Sin embargo, la productora Cinema Center Films rechazó rotundamente su idea, preocupada por el riesgo de accidentes y las posibles consecuencias para el rodaje.
La vez que Steve McQueen le salvó la vida al coche
Aunque conocido por su rebeldía, McQueen aceptó las condiciones de la productora y abandonó el sueño de competir junto al legendario Jackie Stewart. En su lugar, enfocó el proyecto como un documental, y durante la edición de Le Mans de 1970, su equipo desplegó 19 cámaras para capturar cada detalle de la carrera. Un Porsche 908, conducido por Herbert Linge y Jonathan Williams, obtuvo las imágenes interiores, logrando el noveno lugar en la clasificación final. Pero el Porsche 917-022, destinado a representar al protagonista en la ficción, adquirió un lugar especial en la narrativa de McQueen.
El rodaje, que reunió a 221 personas, incluidos 56 pilotos profesionales, supuso un despliegue logístico y técnico sin precedentes. McQueen utilizó coches reales de competición, entre ellos Ferrari 512 y otros Porsche 917, para garantizar la autenticidad. Según el guion, el 917-022 debía quedar destrozado en una escena clave, pero el actor, amante de los automóviles, optó por salvarlo y usó un Lola T70 modificado para las escenas de impacto. Así, el Porsche original continuó su vida tras el rodaje.
La cifra por la que se vende el Porsche de Steve McQueen
El 917-022, decorado con los icónicos colores de Gulf, pasó de manos en manos entre pilotos y coleccionistas. En 2001, Jerry Seinfeld, comediante y amante de los coches, lo adquirió y recientemente decidió restaurarlo. Un equipo de especialistas en California devolvió al coche su esplendor, reparando el motor, la suspensión, los frenos y aplicando una nueva capa de pintura que replica los colores originales.
Ahora, este Porsche único buscará un nuevo propietario en la subasta que Mecum Auctions llevará a cabo el 18 de enero. Su precio estimado podría rondar los 20 millones de euros, un valor que lo equipara a 15 chalets de lujo en Madrid. Más que un coche, el 917-022 es una pieza de historia, inmortalizada en la leyenda de McQueen y en la película Le Mans. Un detalle final hace aún más especial este modelo: en la carrocería se encuentra una inscripción que McQueen dejó como recuerdo del rodaje. Simple, pero poderosa: “Terminado. Gracias por estar juntos”.