El verano es sinónimo de descanso, viajes largos y rutas por carretera hacia la playa o la montaña. Pero mientras nosotros disfrutamos de esas jornadas de desconexión, nuestro coche no siempre lo pasa tan bien. Las altas temperaturas, los trayectos interminables y la exposición constante al sol ponen a prueba la resistencia de todos los componentes del vehículo, desde el motor hasta la pintura.
Y aunque la mayoría de los conductores suele revisar su coche antes de salir de vacaciones, no todos se acuerdan de que el verano deja secuelas. Con el regreso a la rutina es fundamental comprobar el estado del automóvil y darle una puesta a punto que evite sorpresas desagradables. Porque igual que nosotros necesitamos recargar energía tras las vacaciones, nuestro vehículo también exige cuidados después de un uso intensivo.
2Los frenos: calor y pérdida de eficacia

Los frenos son otro de los grandes damnificados del verano. No solo tienen que lidiar con el calor generado por la fricción de cada frenada, sino que además sufren el efecto de las altas temperaturas exteriores. Esto provoca que discos y pastillas puedan perder parte de sus propiedades, reduciendo su eficacia justo cuando más los necesitamos.
A esto se suma que, en trayectos largos o en carreteras de montaña, el uso intensivo de los frenos aumenta. Si notas vibraciones al frenar, ruidos extraños o un recorrido del pedal más largo de lo normal, toca pasar por el taller. Revisar el líquido de frenos y comprobar el estado de discos y pastillas es una garantía para que el coche esté listo en septiembre.