El verano es sinónimo de descanso, viajes largos y rutas por carretera hacia la playa o la montaña. Pero mientras nosotros disfrutamos de esas jornadas de desconexión, nuestro coche no siempre lo pasa tan bien. Las altas temperaturas, los trayectos interminables y la exposición constante al sol ponen a prueba la resistencia de todos los componentes del vehículo, desde el motor hasta la pintura.
Y aunque la mayoría de los conductores suele revisar su coche antes de salir de vacaciones, no todos se acuerdan de que el verano deja secuelas. Con el regreso a la rutina es fundamental comprobar el estado del automóvil y darle una puesta a punto que evite sorpresas desagradables. Porque igual que nosotros necesitamos recargar energía tras las vacaciones, nuestro vehículo también exige cuidados después de un uso intensivo.
1El motor: calor extremo y mayor desgaste

El corazón del coche es uno de los grandes perjudicados por el verano. Las altas temperaturas obligan al motor a trabajar en condiciones mucho más exigentes, con el sistema de refrigeración funcionando a pleno rendimiento para evitar el sobrecalentamiento. Si el líquido refrigerante está bajo o deteriorado, el riesgo de una avería importante aumenta de manera considerable.
Además, durante las vacaciones solemos recorrer más kilómetros de lo habitual. El motor pasa muchas horas encendido, a menudo con el aire acondicionado al máximo, lo que incrementa la exigencia mecánica. Tras estas semanas intensivas, es recomendable revisar el nivel y estado del refrigerante, comprobar manguitos, radiador y ventiladores, e incluso valorar una sustitución preventiva si ya han pasado los plazos recomendados por el fabricante.