El final de las vacaciones trae consigo ese inevitable regreso a la rutina: despertadores, atascos, reuniones y agendas llenas. Pero no somos los únicos que notamos ese cambio de ritmo; nuestros coches también sufren el paso del verano y necesitan un pequeño respiro antes de volver a enfrentarse al día a día. Durante las semanas estivales, los vehículos han soportado más kilómetros, temperaturas extremas y usos poco habituales, lo que puede dejar huella en su mecánica y rendimiento.
Exposición prolongada al sol, largos viajes cargados hasta los topes, aire acondicionado funcionando al máximo, arena de playa colándose por cada rincón… todo esto afecta directamente a su estado general. Y aunque muchos conductores son previsores y realizan una revisión antes de emprender la aventura de las vacaciones, pocos recuerdan que la “puesta a punto” también es clave a la vuelta. Al igual que nosotros necesitamos adaptarnos de nuevo al ritmo laboral, el coche también requiere cuidados específicos para volver a su rutina sin sobresaltos.
1El motor y la lucha contra el calor acumulado en vacaciones

El motor es, sin duda, el gran protagonista de cualquier viaje. Durante el verano, las altas temperaturas obligan al sistema de refrigeración a trabajar más de la cuenta para mantenerlo en niveles óptimos. Largos trayectos bajo el sol, atascos en plena operación retorno o subidas exigentes en montaña suponen un esfuerzo extra que conviene revisar antes de volver a la rutina diaria.
Lo primero es comprobar el nivel del líquido refrigerante y asegurarse de que no presenta pérdidas ni un color extraño que indique degradación. Los expertos recomiendan cambiarlo según el tipo de producto: los que contienen glicol cada dos años o 40.000 km, y los refrigerantes orgánicos cada cinco años o 80.000 km. También conviene inspeccionar manguitos y radiador, ya que una pequeña fuga en verano puede convertirse en una avería mayor cuando el coche retome sus desplazamientos habituales.