Entre los días 13 y 19 de agosto tuvo lugar The Speed Week, una ajetreada semana en la que los apasionados al mundo del motor visitan las legendarias salinas de Bonneville, Utah, para disfrutar de la velocidad y algunos de ellos, incluso para participar en carreras en busca de la mayor velocidad punta.
Cuatro récords en 1956
Eso fue lo que en su día hizo una firma como Renault, que en 1956 consiguió cuatro nuevos récord con este Renault Etoile Filante (estrella fugaz en francés), un vehículo experimental que estaba impulsado por una turbina a reacción. De aquello han pasado nada menos que 60 años y ahora la firma del rombo ha regresado a Bonneville con este prototipo, pero también acompañado de un Renault Dauphine original, el primer modelo que la firma francesa comercializó en Estados Unidos, curiosamente hace también 60 años.
Este último participó en dicho evento pilotado por Nicolas Prost, actual piloto de la Fórmula E, quien consiguió una velocidad punta de 123,1 km/h. Con este registro consiguió establecer un nuevo récord en su clase, un automóvil producido entre 1928 y 1981 con un propulsor de entre 754 y 1.015 centímetros cúbicos.
Alcanzó 308,9 km/h
El Renault Etoile Filante no participó en esta ocasión, pero regresó al escenario donde hace 60 años consiguió cuatro nuevos récord de velocidad, dos de ellos vigentes. Y es que este vehículo experimental alcanzó una velocidad máxima de 306,9 km/h en un kilómetro, mientras que esa velocidad creció hasta los 308,9 km/h en los cinco kilómetros.
En la década de los años 50, las turbinas a reacción eran lo más, pero pocas marcas se habían atrevido a emplearlas más allá del mundo de la aviación. Por ese motivo, Renault experimentó con esta tecnología y desarrolló este Etoile Filante , un prototipo que contaba con un chasis tubular y una carrocería de poliester que había sido diseñada en el túnel del viento y que presentaba un Cx de sólo 0,18. En su interior se encontraba una turbina a reacción capaz de proporcionar una potencia de 270 CV a 28.000 rpm.
Este ejemplar con un puesto de conducción carenado alcanza velocidades de 250 km/h en el circuito de Monza y viendo su potencial, Renault encarga un segundo prototipo, esta vez con su puesto de conducción al aire, precisamente el empleado en Bonneville el 5 de septiembre de 1956 para conseguir dicha proeza que aún sigue vigente.